La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

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06 de Noviembre de 1879

 

Combate DE Agua Santa

 

PARTES OFICIALES

***

PARTE DEL CAPITÁN MANUEL BARAHONA

PRIMER ESCUADRÓN DEL REGIMIENTO DE CAZADORES A CABALLO.

Campamento de San Francisco, Noviembre 8 de 1879.

Señor Comandante:

El escuadrón de mi mando, a las órdenes del Secretario General, teniente coronel señor José Francisco Vergara recibió órdenes el jueves 6 del presente para continuar el reconocimiento de la línea férrea y oficinas contiguas has­ta la estación de Agua Santa, en cuyo punto termina, con encargo especial de apoderarnos del resto del material ro­dante que quedase en ella, como asimismo tomarle al enemigo un depósito de forraje y viveros que se nos dijo había en aquel punto.

A las 4 P. M., la descubierta compuesta de 21 hombres al mando del alférez Gonzalo G. Lara, avistó al enemigo en el lugar denominado Germania, a un kilómetro de distancia de Agua Santa. Reconocido que fue, tuvimos a la vista un escuadrón montado, el que desplegándose en guerrilla y protegiendo su espalda con algunos cerrillos, nos hizo un nutrido fuego de carabina, ocupando un frente considerable. La descubierta sostuvo el fuego hasta que el resto del escuadrón pudo formar en batalla, operación que demoró algunos minutos a causa de que no pudiendo marchar sino por la línea férrea por cortar ésta una pampa de caliche, íbamos por hileras. Dada la orden de atacar, cargamos al enemigo a sable, logrando desorganizarlo en el primer encuentro.

El enemigo emprendió la retirada fraccionándose en dos partidas que tomaron a derecha e izquierda de sus posiciones, Perseguidos hasta unos siete kilómetros por este lado y como hasta dos por el otro, conseguimos dejar en el campo al comandante del escuadrón, teniente coronel José Ventura Sepúlveda, cuatro oficiales y como a setenta individuos de tropa; tomamos prisionero al comandante militar de Agua Santa, un teniente y seis individuos de tropa. Además, hemos tomado al enemigo un lujoso estandarte con las armas del Perú, varias carabinas Remington, rifles Winchester, municiones, sables, monturas y caballos.

Por nuestra parte, tengo el sentimiento de comunicar a Ud. que hemos perdido al sargento 2º de la 1ª del 1º, Francisco Tapia y a los soldados de la 2ª del 1º Froilán Benítez y Juan de Dios Piñeiro, los cuales han caído peleando bizarramente, y en especial el sargento que, siendo rodeado por cuatro enemigos, se defendió valerosamente hasta que el soldado Pedro Castro pudo ir en su auxilio y entre ambos concluir con ellos, quedando Tapia mortalmente herido y muertos los dos caballos que montaban.

También tengo el sentimiento de comunicarle que han resultado heridos de bala y sable el alférez don Gonzalo G. Lara, levemente, un cabo y seis soldados, los que han sido asistidos convenientemente, y por ahora no tenemos ninguno en estado grave.

Sobre el comportamiento en el combate de los señores oficiales y tropa de mi mando, no tengo lugar a hacer recomendación especial, pues todos han cumplido con su deber.

Según datos suministrados por los oficiales prisioneros el escuadrón enemigo era compuesto de oficiales y tropa del regimiento Húsares de Junín y de Húsares de Bo­livia.

Pongo a su disposición el estandarte tomado al enemigo, para que Ud. se sirva disponer de él como lo estime conveniente.

En las relaciones que incluyo figuran los nombres de los oficiales de este escuadrón que se han encontrado en el ataque, los de los heridos y los de los oficiales muertos y prisioneros.

Dios guarde a Ud.

MANUEL R. BARAHONA.

Al señor Comandante del regimiento de Cazadores a caballo.

***

 

OFICIALES QUE ENTRARON EN EL ATAQUE.

Capitán, don Manuel R. Barahona.

Capitán, don Sofanor Parra.

Teniente, don Juvenal Calderón.

Alférez, don Gonzalo G. Lara.

Alférez, don Juan de Dios Quezada.

Alférez, don Carlos F. Souper.

Alférez, don Ignacio Urrutia.

Alférez, don Juan Manuel Astorga.

Aspirante, don Álvaro Alvarado.

MUERTOS DE NUESTRA PARTE.

Sargento 2º, Francisco Tapia.

Soldado, Juan de Dios Piñeiro.

Soldado, Froilán Benítez.

HERIDOS DE NUESTRA PARTE.

Alférez, don Gonzalo G. Lara, de bala en el muslo iz­quierdo.

Cabo 2º, Calisto Astudillo, de bala en el hombro iz­quierdo.

Soldado, Carlos Gutiérrez, de bala en la pantorrilla izquierda.

Soldado, Manuel Muñoz, de bala en el brazo izquierdo.

Soldado, Olegario Muñoz, de bala en la cabeza.

Soldado, Raimundo Guzmán, de sable en la cabeza.

ENEMIGOS MUERTOS.

Peruanos del Regimiento Húsares de Junín.

Teniente coronel comandante, don José V. Sepúlveda.

Teniente, don N. del Mazo.

Teniente, don José Sosa.

Teniente, don Carlos A. Masías.

 

Bolivianos del Regimiento Húsares de Bolivia.

Capitán, don Manuel María Soto.

PRISIONEROS TOMADOS.

Peruanos.

Teniente coronel, don Ricardo Chocano, comandante militar de Agua Santa.

Cabo 1º Emilio Cano, regimiento Húsares de Junín.

Soldado, Nicolás Inchaí, gendarme.

Daniel Astorga, paisano.

Bolivianos.

Teniente, don Emilio Gómez, Húsares de Bolivia.

Sargento 2º, Ignacio Álvarez, Húsares de Bolivia.

Cabo 2º, Miguel Tean, Húsares de Bolivia.

Soldado, José Avilés, Húsares de Bolivia.

***

PARTE DE JOSE FRANCISCO VERGARA

CUARTEL GENERAL DEL EJÉRCITO DE OPERACIONES DEL NORTE.

Campamento del Hospicio, Noviembre 15 de 1879.

Tengo el honor de trasmitir a V. S. el parte oficial remi­tido a este cuartel general por el señor secretario don José Francisco Vergara, a quien el infrascrito confió, con fecha 4 del presente, la comisión de practicar un reconocimien­to hacia el interior del lugar en que estábamos acampa­dos, con el objeto de conocer el estado y situación de las fuerzas enemigas que nos rodearan, y de apoderarse, si era posible, de los recursos valiosísimos para el ejército con que cuentan esos puntos, principalmente respecto de la provisión de agua, cuya escasez se hizo sentir con mu­cho rigor en los primeros días de nuestra ocupación. El mismo señor secretarlo fue quien indicó la conveniencia de verificar este reconocimiento, ofreciéndose espontánea­mente para hacerlo, y a este efecto se puso a sus órdenes la pequeña fuerza de que ha podido disponer para llevar­lo a cabo con tan feliz éxito.

Su acierto y esforzado arrojo en el desempeño de esta difícil y riesgosa comisión, ha venido a aumentar los imp­ortantes servicios que, desde el principio de la campaña, la prestado con toda inteligencia y abnegación al ejérci­to, y que dan un elocuente testimonio de su desinteresa­do patriotismo, que ha comprometido altamente la grati­tud del Supremo Gobierno y del que suscribe.

El parte es como sigue:

Campamento de Dolores, Noviembre 8 de 1879.

La comisión que V. S. tuvo a bien confiarme, ha que­dado desempeñada.

Cinco horas después de haber salido del campamento del Hospicio, el 5 del presente ocupamos la estación de Jazpampa, donde se cortó la comunicación telegráfica con Arica, se recogieron los últimos y recientes mensajes ofi­ciales del enemigo se tomaron una locomotiva, algunos carros y dos grandes estanques portátiles para agua, y varios cajones con útiles para el telégrafo del Estado.

Después de disponer lo conveniente para la seguridad de nuestra tropa y de haber ocupado la estación nombra­da y sus alrededores, con un piquete de Cazadores a las órdenes del capitán de artillería don Delfín Carvallo, con­tinuamos nuestra excursión al interior para apoderarnos de la importantísima estación de Dolores, donde existen las fuentes de excelente agua que proveen a las máquinas del ferrocarril y a casi toda la comarca por donde corre.

A las 2 P. M. ya éramos dueños de este punto, donde encontramos intacta una máquina de vapor para elevar el agua, varios estanques de fierro y una serie de pozos co­municados por galerías y cañones que suministran cuanta agua pueda necesitar nuestro ejército.

Al siguiente día continuamos avanzando para ir a ocu­par el campamento que desalojaban las fuerzas peruano boli­vianas, picarle su retaguardia e ir a extinguir el fuego que habían puesto a sus acopios de víveres y a los edifi­cios de esa importante salitrera. Después de una marcha penosa, que nos obligó a hacer alto por algunas horas, a las 5 P. M. al llegar al establecimiento denominado Germania, distante dos kilómetros de Agua Santa, que en ese momento era una hoguera, la descubierta anunció enemigo al frente.

Reconocidos éstos, resolvimos atacarlos, después de re­plegarnos un poco para organizar la tropa, encontrándo­nos ya bajo los fuegos de las largas carabinas Winchester de que venía armada una parte de esas tropas. Sin espe­rar mucho se dio la voz a la carga, y nuestros denodados cazadores a caballo cayeron como águilas sobre las fuer­zas que tenían al frente.

No hubo resistencia para tanto empuje; y media hora después no quedaban sino hechos parciales, que solo ser­vían para poner en relieve el inquebrantable coraje de nuestros soldados, pero que ya no podían influir en el éxito final, que desde el primer golpe quedó decidido.

Entre estos episodios merece una relación especial en esta parte el que cortó la vida al bravísimo sargento Tapia. Desviado en la persecución del grueso de su fuerza, acompañado solamente del soldado Pedro Castro, se halló al frente de una partida enemiga compuesta de 12 a 15 hombres. Engañado por su traje, que era casi idéntico al de los Cazadores, se aproximó confiadamente a ellos y solo los conoció a muy corta distancia.

Entonces le dijo al soldado que era preciso cargarlos, porque ellos no podían deshonrar su regimiento volviendo la espalda al enemigo, cualquiera que fuese su número.

El soldado le observó que él podía ayudarle poco, por­que su caballo estaba ya casi inútil, a lo que Tapia con­testó: “Cargaré solo, y tu como puedas apóyame por la retaguardia para que no me rodeen.” Así lo hizo, y peleó como un león. Después de perder su caballo, siguió ba­tiéndose a hasta caer herido de muerte de un balazo en el pecho; pero no sin haber dejado sin vida a tres de sus adversarios y de haber dado tiempo a que llegaran sus compañeros para concluir con los demás.

Los capitanes Barahona, Parra y varios otros oficiales, seguidos de unos 30 o 40 hombres, continuaron la persecución hacia el Sur, y por espacio de tres leguas los espantados fugitivos fueron cayendo al filo de sus espadas. Las pérdidas del enemigo se estiman en 50 a 60 muertos, algunos heridos y unos pocos prisioneros, entre los cuales se cuenta el teniente coronel Chocano y teniente Gómez. El comandante Sepúlveda, que era su jefe, quedó en el campo, así como tres oficiales más.

Nuestros muertos fueron dos soldados y el sargento Tapia, y seis heridos de poca gravedad.

En resumen, señor General, esta corta expedición de 175 Cazadores, ha dado a nuestro ejército, en menos de 48 horas, la posesión de 70 kilómetros de ferrocarril, de dos locomotivas, seis grandes estanques para conducir agua, 12 o 1.5 carros de carga y todas las máquinas y pozos de la parte Norte del departamento de Tarapacá. Acuchilló una escogida fuerza de su caballería e hizo resonar la pampa con el galope de nuestros caballos tres leguas más al Sur del campamento dejado el día antes por una nu­merosa división de su ejército.

Estos resultados son fáciles de obtener cuando se man­dan tropas como la de Cazadores a caballo que, a un valor que no reconoce peligros, unen una decisión y entu­siasmo que no se extingue con los trabajos y privaciones. A esto debe agregarse la inquebrantable energía de sus oficiales, que saben desplegar tanto coraje en el combate como perseverancia y voluntad para luchar con la inclemencia de estas regiones. Los capitanes Barahona y Parra, el teniente Calderón y los subtenientes Urzúa, Lara, Souper, Astorga, Quezada, Urrutia y Alvarado, merecen ser recomendados especialmente, como lo hago aquí.

Para concluir, debo hacer presente a V. S. que he sido auxiliado eficazmente por el ayudante de campo don Ra­món Dardignac, por el activo e inteligente sargento mayor de artillería don José de la Cruz Salvo, y muy especial­mente por el teniente coronel de ingenieros don Arístides Martínez. A este distinguido jefe confié la dirección militar de la expedición, y es grato para mí poder decir a V. S. que el ejército tiene en él un espíritu ilustrado, unido a un juicio discreto, con un ánimo tan sereno como em­prendedor.

Al segundo día de mi salida del campamento de Pisa­gua, regresé a ese Cuartel General, habiendo dejado la tropa que me había sido confiada, a las órdenes de sus inmediatos jefes, que encontré ya en la pampa de Do­lores.

Dios guarde a V. S.

J. F. VERGARA.

Nuestro ejército ha aprovechado ya las ventajas de esta avanzada, pues una considerable división está acampada en la línea comprendida de Dolores a Agua Santa, teniendo abundante provisión de agua, y la de víveres puede hacerse con alguna comodidad en los trenes tomados al enemigo, los que en sus viajes de vuelta surten de agua la división que se encuentra en este campamento. Esta distribución de fuerzas ha facilitado las operaciones ulte­riores del ejército, de que pronto espero dar cuenta a V. S.

Dios guarde a V. S.

ERASMO ESCALA

Al señor Ministro de la guerra.

***

CORRESPONDENCIA

***

Carta del capitán Barahona

 

Campamento de San Francisco de Pisagua, Noviembre 9 de 1879.

Estoy bueno y no he tenido novedad alguna.

Cuando pueda leer ésta, ya, tendrá conocimiento del combate que hemos librado en Germania, seis leguas más al interior de este campamento y a diez y seis del puerto de Pisagua; de modo que nada le diré de nuevo. Nosotros pasamos en tantos movimientos que no podemos mate­rialmente dedicarnos a escribir un renglón. Esta noche hemos alojado en esta salitrera, y logro el único lugar de que puedo disponer para tener el gusto de escribirle.

Nada lo digo sobre el bombardeo de Pisagua, ni del asombroso desembarco y toma de la ciudad, porque aque­llo no es para mi pluma. Es imposible que hayan solda­dos más bravos que los chilenos.

Desde Pisagua hay un ferrocarril hasta Agua Santa, punto que está a más de 16 leguas del primero. En esta línea hay muchas oficinas o grandes máquinas para bene­ficiar salitre, que contienen varios pozos de agua dulce, que es la vida en estos lugares.

Al segundo día del desembarco, me tocó por suerte mandar un escuadrón que debía explorar esta línea y re­conocer sus alrededores, con encargo de tomar el material rodante, aguadas, etc.

En el primer día llegamos hasta la mitad del camino, habiendo tomado una locomotiva y cuatro estanques lle­nos de rica agua, una bomba para sacar agua del pozo más abundante que he visto, y muchos datos interesantes para la marcha del ejército.

Tuvimos noticia de que el enemigo se había retirado al interior, abandonando la estación de Agua Santa, y que estaban llevándose de ese punto un depósito de víveres y forraje.

Con el fin de tomarles estos pertrechos y a más otra locomotiva que existía allí, salimos el jueves 6, y después de tomar varias aguadas llegamos a las 4 P. M. al térmi­no de la línea.

A esa hora nuestra avanzada avistó enemigos y nos preparamos al combate. Nosotros al principio tuvimos la idea de que nos habíamos encontrado con toda la fuerza que se decía había allí y nos quedamos observando sus posiciones. Ellos formaron una larga guerrilla, resguarda­da su espalda por unos cerrillos, y lo que estuvimos a tiro nos hicieron un nutrido fuego, Hicimos una contramarcha, para que salieran de sus parapetos y ver cuántos eran.

El enemigo tomó este movimiento por una retirada y se nos vino encima, siempre haciendo fuego. En este mo­mento dimos frente a retaguardia y mandé a la carga.

Lo que pasó después es cuestión muy larga, por los mil detalles de que se compone. Básteme decirle que el ene­migo, que era un escuadrón montado, como nosotros, y compuesto de los Húsares de Junín y de los Húsares de Bolivia, fue desorganizado en el primer encuentro y desde allí perseguido y batido hasta dos leguas al interior. Quedaron en el campo cuatro oficiales y el jefe y como 80 individuos de tropa. Les tomamos un lujoso y bien bordado estandarte, muchas carabinas, municiones, sables, mon­turas y caballo, y a más un teniente coronel, un teniente y seis soldados.

Nosotros perdimos a un sargento Tapia y dos soldados, y tuvimos seis heridos, los que por fortuna no están graves por ahora, También nos hirieron un oficial Lara, aunque levemente, tal que ya monta a caballo.

Se ha peleado firme y se ha sableado de un modo espantoso, terrible. Raimundo Guzmán, mi asistente, se le fue al cuello a un cholo; pero éste le salió guapo, y lo tuvo tan apurado que, según él, tuvo que “correrle moquete antes de poderlo matar”. Era curioso ver a Guzmán cómo se revolcaba por el suelo con el cholo, el que a veces lo ponía debajo. En fin, antes de que lo pudiéramos proteger, ya el lo pasó de una estocada.

Escenas como éstas ha habido muchas, pues todos han peleado cuerpo a cuerpo.

Yo alcancé a librarle la vida a un boliviano, pensando en usted y en mis hijitos, este infeliz les debe la vida a ustedes exclusivamente.

Parece que con la toma de esta línea y sus aguadas, la campaña se hará por este lado, para batir al enemigo en sus mismas posiciones de la Noria e Iquique.

Con más de dieciséis leguas de ferrocarril, telégrafo y agua para todo el ejército, hemos ganado mucho, y nuestra victoria se facilita.

MANUEL RAMÓN BARAHONA

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PRENSA

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VERSIÓN CHILENA

Pisagua, Noviembre 11 de 1879

Al Editor del Mercurio.

El día  siguiente a las 3:45 P. M., una avanzada de Cazadores a caballo que marchaba al interior, encontró cerca de la salitrera Germania otra compuesta de 50 bolivianos y 44 peruanos. El jefe de esta fuerza enemiga era el comandante Sepúlveda, peruano.

Los bolivianos venían al mando del capitán Manuel Ma­ría Soto, del teniente Emilio Gómez y del alférez Exequiel Barrón.

Entre los peruanos venían, además del jefe de toda la fuerza, señor Sepúlveda, los tenientes Puentearnao, Mazo y Losa. De todos estos oficiales, han muerto los señores Barrón, boliviano, y Mazo y Losa, peruanos, como también el comandante Sepúlveda.

Germania es una oficina del Gobierno en que se elabora salitre. Se encuentra a un cuarto de legua de Agua San­ta, y es el punto a donde termina la línea férrea de Pisagua.

La fuerza chilena eran como 150 hombres al mando del señor Vergara; iban también los capitanes Parra y Barahona, los subtenientes Souper, Astorga y Calderón.

El combate terminó a las 7 P. M., quedando en el cam­po de batalla como 60 enemigos, en su mayor parte bolivianos.

Los enemigos desplegaron una guerrilla por el centro al mando del teniente Gómez y del alférez Barrón, haciendo frente a otra guerrilla nuestra formada en batalla frente a los peruanos. Durante un cuarto de hora un fuego nutrido, hasta que apareció por el costado izquierdo otra, a la que salió al encuentro el comandante Sepúlveda con los oficiales Mazo, Puentearnao y Losa.

En este estado las fuerzas chilenas se replegaron para hacer una carga en batalla y a sable. El choque fue terrible, y minutos después daba por resultado la derrota completa del enemigo.

El capitán Soto, boliviano, se retiró a los primeros tiros.

El teniente Gómez, en la mitad del combate, cayó al suelo y varios de nuestros soldados se dirigieron a ultimarlo; pero el capitán Parra llegaba en ese momento y lo salvó de una muerte segura, diciendo a los soldados que ningún boliviano valiente debía perecer.

Entre los prisioneros bolivianos tomados en el combate, vienen en el Amazonas el teniente Gómez y tres soldados del batallón Húsares de Bolívar.

Contamos entre el número de nuestros huéspedes al tristemente célebre Ricardo Chocano, que no hace mucho tiempo hizo comer un diario al desgraciado chileno Castro Ramos, siendo su principal y verdadero asesino, y que des­pués ha cometido todo género de tropelías con varios otros. Este individuo desempeñaba el puesto de comandante mi­litar de Agua Santa y fue tomado prisionero por el alférez Souper, de Cazadores.

***

He aquí otra versión del combate:

Una avanzada de 140 cazadores, al mando del capitán Barahona, tuvo ocasión de toparse con una avanzada perua­na compuesta también de 100 jinetes, estos últimos atrincherados. Los nuestros hicieron fuego, pero inútilmente; y no hallando cómo hacerlos salir de su escondite, hacen una retirada falsa, y los peruanos, que sin duda esperaban eso, escapan a mata caballos, y los nuestros vuelven riendas y los acorralan y comienza el sable. Resultado final: 60 peruanos y bolivianos muertos, 20 escapados y 3 prisioneros, todos oficiales: un teniente coronel, un teniente y un subteniente.

***

Otra relación da los siguientes pormenores:

Hoy en la mañana 7 del presente hemos sabido por don Arístides Martínez, que llegó al campamento, que ayer una avanzada nuestra de 130 cazadores se encontró en Agua Santa con otra avanzada enemiga de 110, también de caballería. De los nuestros iban 40 muy adelantados y este escaso número obligó a los enemigos a salir de sus trincheras acercándose bastante a ellos. Principiaron a hacerles fuego, y entonces los nuestros, reculando poco a poco, hicieron una huida falsa, lo que visto por los enemigos salen todos en su persecución.

Una vez bastante distantes y a la vista de los nuestros, vuelven y acometen contra ellos solo los 40; momentos después llegó el resto.

En conclusión, mataron 60, huyendo los demás. De los nuestros 3 muertos y dos heridos. Los enemigos muy bien montados, mejor que los nuestros, y también mejor armados.

Más tarde he sabido que nuestros primeros 40 hombres se han batido más de un cuarto de hora con los 110 enemigos, y que cuando llegó el resto ya estaban casi en derrota. Los aliados se bajaron de sus caballos e hicieron fuego pa­rapetados por sus caballos, los que arrancaron al momento.

***

VERSIÓN PERUANA.

Arica, Noviembre 10 de 1879

Continúa el adelanto de las fuerzas chilenas cuyas avanzadas se encuentran ya en Agua Santa.

Una descubierta de húsares fue derrotada por fuerzas de caballería enemiga.

Nuestra fuerza constaba de 50 húsares peruanos y 50 de Bolivia al mando del comandante Sepúlveda; la caba­llería chilena ascendía a 350 lanceros.

El ejército del Sur ocupaba la línea de Pozo Almonte a Iquique. Indudablemente en la zona comprendida entre estos dos puntos tendrá lugar un gran combate decisivo.

***     

Mientras tanto, hoy o mañana a más tardar, saldrá a operar sobre uno de los flancos del ejército enemigo una división a las órdenes de S. E. el General Daza, compuesta de más de 3.000 hombres, cuyo cuadro es el siguiente:

Escuadrón Escolta.

Escuadrón Ametralladoras.

Escuadrón Murillo.

Batallón Granaderos Daza, 1º de la guardia.

Batallón Granaderos Sucre, 2º de la guardia.

INFANTERÍA DE LÍNEA.

Batallón 2º Aroma.

Batallón 3º Aroma.

Batallón 4º Aroma.

Dos baterías de artillería de montaña.

El 6, uno de los buques chilenos estuvo en Camarones. A los disparos de rifle que hizo la guarnición mandada por un capitán, contestó con una hora de vivo cañoneo; en seguida abandonó la caleta, sin que desembarcara la fuerza que con tal intento llevaba preparada.

***

En el choque contra la caballería enemiga, según datos que hemos podido obtener hoy, murió el teniente coronel Sepúlveda, batiéndose desesperadamente contra un número cuatro veces superior al de su fuerza. El enemigo cerco a los nuestros y terminó el combate a sable y carabina. El coronel Masías, subjefe de Estado Mayor, sufrió una peligrosa caída; fue conducido a Tarapacá y se encuentra en Molle fuera de cuidado: tiene dislocados el brazo y la pierna izquierda.

48 prisioneros tomados en Pisagua fueron remitidos a Antofagasta.

***

Es desgarrador el espectáculo que presenta la explanada del muelle de Arica. Innumerables familias han aban­donado Iquique, trayendo escasamente lo indispensable para la vida. Las mujeres a todo el rigor del sol están sentadas en la playa con tiernas criaturas en los brazos, esperando el desembarco de sus reducidos ajuares, porque el crecido número de equipajes dificulta la movilización, siendo escasos los medios de trasporte.

Iquique está desolado; todos emigran apresuradamente. Los principales propietarios han decidido pegar fuego a la población tan pronto como se aproxime el ejército chileno.

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