La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

*Biblioteca Virtual       *La Guerra en Fotos          *Museos       *Reliquias            *CONTACTO                              Por Mauricio Pelayo González

Campañas de la Guerra

Campaña Naval
Campañas Terrestres
Unidades Militares
Escuadras
Música Alegórica
Libros de la Guerra del Pacifico
 

ocurrió un día como hoy

Documentos de la Guerra

Causas de la Guerra
Tratados
Partes Oficiales
Documentos
Relatos de Guerra
Condolencias

 

 

Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

     Condecoraciones

 

 

 

 

 

 

02 de Enero de 1881

 

PLAN DE OPERACIONES SOBRE LIMA

***

PLAN DE OPERACIONES SOBRE LIMA PRESENTADO AL SEÑOR MINISTRO DE LA GUERRA EN CAMPAÑA POR EL GENERAL DON MARCOS MATURANA, JEFE DEL ESTADO MAYOR GE­NERAL.

 

De los reconocimientos practicados hasta la fecha, des­de el valle de Lurín hasta las posiciones enemigas en el valle de Lima, resulta que el ataque debe hacerse del mo­do siguiente:

1° Que el camino de la playa llamada de Conchan es sumamente pesado y arenoso, en un espacio como de tres leguas, hasta llegar a la hacienda de la Villa. La ar­tillería de campaña no podrá marchar por esta vía, y la infantería solo podrá hacerlo con bastante trabajo.

2° Que el camino de Pachacamac a Surco y Tebes, atravesando los lomajes de la costa es menos pesado que el anterior, pero también ofrece trechos difíciles para la artillería rodante, algunos arenosos, otros de subida, como la cuesta de la Tablada, al Oriente de la hacienda de Villa. En este camino, a legua y media del puente de fierro de San Pedro, se encuentran algunos pequeños pu­quios, de buena agua aunque escasa, pero que, según in­formes de vaquéanos, se puede aumentar un poco su cau­dal por medio de ligeras excavaciones, o bien acopiar agua para los animales por medio de represas hechas con algunas horas de anticipación al paso de las tropas. El lu­gar en que se encuentran estos puquios se denomina Atacongo, y dista media legua de la Tablada, que es una alta meseta desde donde se domina a Chorrillos, San Juan y el valle de Lima.

3° Que partiendo de Atacongo se reparten tres ca­minos: uno que se dirige a Chorrillos, por los Altos de Villa; otro del medio, que va a la hacienda de San Juan y de allí al lugarejo de Surco, y otro que, orillando las lo­mas, va directamente a Lima, por Tebes, penetrando en la capital por la portada de Cocharcas.

4° Que desde Atacongo se abre también hacia la derecha un camino de atravieso, que no es carretero, y que oblicuando hacia el Norte, va a juntarse con el camino carretero de Manchay, al desembocar en el valle de Ate.

 

5° Que el camino de Manchay a Lima por el valle de Ate, es perfectamente practicable y de suelo firme y pare­jo, por donde puede transitar, y transitan con frecuencia, toda clase de carruajes, presentando, por tanto, ventajas inapreciables para el trasporte de la artillería de campa­ña, el Parque General y los almacenes de la Intendencia del Ejército. Desde la hacienda de Manchay a orillas del Lurín, hasta las de Rinconada y Melgarejo, que tienen un buen canal de regadío, con abundante agua, hay una dis­tancia de poco más de dos leguas, que el ejército puede salvar sin dificultad.

6° Que el camino que conduce desde la hacienda de Cieneguillas, al Oriente de Manchay hasta Lima, atrave­sando el valle de Ate, es malo e impracticable para car­ruajes, hallándose también fuera de nuestra base de ope­raciones hacia la derecha.

7° Que subiendo el valle de Lurín, desde la hacienda de Cieneguillas, lugarejo de Huaican, hacia las cabeceras, se puede pasar con infantería y caballería hacia el valle oriental de Lima, cayendo a la estación de Santa Clara del ferrocarril de la Oroya. El camino es bastante prac­ticable.

8° Que el ejército enemigo apoya fuertemente su de­recha en Chorrillos, teniendo una fuerte vanguardia en los Altos de Villa. Se calcula en 10.000 hombres la fuer­za peruana en este lado, y es de suponer que una buena parte de ella se encuentra avanzada en la hacienda de San Juan, formando un triángulo estratégico con Villa y Chorrillos, para defender el acceso al valle por esta ala y para impedirnos el desembarco de nuestros elementos por aquel puerto.

9° Que aparecen algunas pequeñas fuerzas en el valle de Ate a retaguardia del caserío, lo cual indica que el ejército peruano se encuentra tendido sobre la ribera Nor­te del río Surco, apoyando fuertemente sobre su derecha y débilmente a su izquierda. Esto no quiere decir que no tenga fuerzas con que acudir a la defensa de esta ala, en caso necesario; pues, teniendo fuerzas en Lima, que dista apenas una legua del caserío de Ate, es evidente que podrá, en cualquier momento, salir con ellas a oponerse a la invasión por esta parte.

II

Tenemos, entonces, la facilidad de atacar al ejército peruano por cualquiera de sus dos alas, por la derecha o por la izquierda. En cuanto al centro es, por ahora, ina­bordable, porque el terreno no se presta, ni hay camino que desemboque sobre él, a no ser el que va de Atacon­go a Tebes, en el cual tendríamos que hacer una peligro­sísima marcha de flanco, al frente y a inmediaciones del ejército acantonado en Chorrillos y San Juan.

Desde luego, el ataque sobre la derecha peruana, es decir, sobre Chorrillos, no parece aceptable.

Para romper el fuerte triángulo de Chorrillos, Villa y San Juan, tendríamos que dar rudas batallas, en las cua­les debilitaríamos considerablemente nuestras fuerzas, y acaso nos expondríamos a un fracaso, si después de venci­da la posición de San Juan y cargando sobre la de Chor­rillos, el grueso del ejército de Lima avanzara flanquean­do nuestra derecha y amagando nuestra retaguardia.

Pero aún batido el enemigo en Chorrillos y posesionado nuestro ejército de este puerto, bien poco habríamos avanzado todavía, teniendo siempre que marchar sobre la capital.

Desde Chorrillos tendríamos tres líneas de operaciones sobre Lima:

La primera sobre la izquierda, avanzando por la costa, interponernos entre el Callao y Lima, tomar el Callao a viva fuerza y prepararnos al ataque de la capital por el lado del Oeste, circunvalándola también por el Norte, vía del ferrocarril de Chancay.

La segunda sobre el centro, marchando directamente de Chorrillos a Lima, por la vía del ferrocarril y la carre­tera que pasa por Barranco y Miraflores.

La tercera sobre la derecha, subiendo al valle por la ribera Sur del río Surco para envolver a Lima por el Oriente, apoderándose de la línea del ferrocarril de la Oroya.

Las tres líneas son inadmisibles.

La primera, porque marchando el ejército chileno por la costa para interponerse entre Lima y Callao, tiene que ejecutar una marcha de flanco, a tiro de fusil del ejército enemigo, en cuya marcha sería inevitablemente atacado y tal vez destruido. Además, al atacar al Callao, tendría que dar la espalda al ejército de Lima, que caería sobre él indudablemente. Si en lugar de atacar al Callao, quería volver su frente sobre Lima, tendría que dar la espalda al fuerte, cuyos cañones y guarnición no dejarían de aprovechar la oportunidad de hostilizar su retaguardia.

La segunda, porque al marchar directamente de Chor­rillos a Lima, por el centro del ángulo que, forman la lí­nea del Surco y la playa, el ejército chileno se vería necesariamente amagado sobre sus dos flancos a la vez: sobre el izquierdo, por las fuerzas del Callao y la derecha del ejército de Lima; sobre el derecho, por la ala izquierda enemiga, que desbordaría por las faldas orientales del cer­ro de San Bartolomé. Encontrando, como encontraría, el ejército chileno una seria resistencia sobre su frente por las fuerzas de Lima, que saldrían a batirse bajo los muros de la ciudad, y por la fuerte posición de Santa Catalina, amagados sus dos flancos por las alas del ejército perua­no, que se cerrarían en abanico para envolverlo de uno y otro lado, su situación se haría sumamente crítica y muy ocasionada a un gran desastre.

La tercera línea de operaciones, aunque no tan inme­diatamente peligrosa, no es más aceptable que las otras dos anteriores. Subiendo el ejército chileno la margen izquierda del río Surco, para apoderarse de la línea del ferrocarril de la Oroya, tendría que ejercitar una marcha de más de cinco leguas, ofreciendo constantemente, du­rante ella, el flanco izquierdo al ejército peruano, el cual, libre en su movimiento y en su acción, no dejaría de apro­vechar las diversas ocasiones que en esta marcha se le presentarían para cargar con resolución la izquierda del ejército invasor y arrojarlo en desorden sobre el desierto de arena, en donde no le quedaría más recurso que con­tramarchas a rehacerse en el valle de Lurín. Sería muy difícil que el ejército chileno pudiera llegar en buen orden y sin combatir hasta tomar posiciones frente a Ate.

Sobre todas las consideraciones que quedan espuertas, hay otra muy capital: y es la de que el enemigo, desaloja­do a viva fuerza de Chorrillos y San Juan, se replegará a Lima, y al mismo tiempo hará cortar arriba las aguas del Surco y del canal de la Rinconada, que son las que pro­veen el valle al Sur de Lima, dejando al ejército invasor completamente falto de este elemento de vida indispen­sable. Dueño de Chorrillos, quedaríamos siempre en una situación insostenible.

III

De consiguiente, es indudable que el ataque debe ir sobre el ala izquierda del ejército peruano, es decir, sobre el Oriente de Lima. A este plan, de todo punto necesario, responde también la idea primordial de terminar la guer­ra en esta campaña, destruyendo por completo el poder militar del Perú, para lo cual es necesario impedir que su ejército, en el todo o en parte, pueda emprender reti­rada hacia el interior del país. Es indispensable acorralar­lo en Lima, o arrojar sobre la costa sus restos dispersos, a fin de que no puedan escapar.

Entonces debemos llevar el grueso de nuestro ejército desde Manchay sobre la Rinconada y el valle de Ate.

Pero, como siempre conviene engañar al enemigo sobre nuestro verdadero propósito, debemos al mismo tiempo llamarle fuertemente la atención sobre su derecha, es de­cir, sobre el valle de Chorrillos.

Ya que, según parece, se ha formado la idea de que nuestro principal ataque, debe ir sobre Chorrillos, con­viene, no solo mantenerlo en este error, sino aumentar sus proporciones, llevándole efectivamente por ese lado un ataque serio que le haga creer que va por allí todo nuestro ejército y le obligue a sacar sus reservas de Lima para traerlas a la gran batalla que él debe esperar sobre la línea de Chorrillos a Tebes.

Al mismo tiempo, el grueso de nuestras fuerzas, situa­do en Manchay, avanzará rápidamente sobre Lima, para tomar en su valle las disposiciones que convenga en vis­ta de la situación.

He aquí la maniobra:

Una división marchará desde San Pedro por el cami­no del medio, para ir a situarse sobre la posición de Atacongo. Esta división no llevará sino artillería de monta­ña, y a su frente, por el mismo camino, encubriendo su movimiento, el regimiento de caballería que le pertenece. Otro regimiento de caballería marchará por el camino de la playa de Conchan, a la altura del que va por arriba, observando al enemigo por aquel lado, para hacerle creer que todo el ejército chileno marcha sobre Chorrillos.

Al mismo tiempo, la escuadra avanzará por mar, ceñida a la costa, siguiendo los movimientos del ejército chi­leno, amagando los blindados el puerto de Chorrillos; con lo cual el ejército peruano se hará probablemente la ilusión completa de que el objetivo de este primer avance del ejército chileno es exclusivamente Chorrillos y que allí dirigimos todas nuestras fuerzas.

Es casi seguro que, engañado de este modo, el ejército peruano saldrá en masa de Lima a sostener la posición y a librar la batalla sobre Surco o su campo inmediato.

Toda esta maniobra no tiene ningún peligro. La división que marcha, fuerte a lo menos de 7.000 hombres, tomando posiciones en Atacongo, puede resistir ventajosamente a una embestida de un ejército doble en número. Las lomas arenosas y pesadas, el terreno quebrado y lo es­trecho de los caminos, se prestan admirablemente para una defensiva poderosa, invencible para el ejército pe­ruano.

En cuanto a la caballería, que marcha por la playa, no puede ser acometida, porque irá dándose la mano con las fuerzas que marchan por las lomas, y porque las tropas peruanas que quisieran atacarla, descubrirían su flanco y re­taguardia a nuestra infantería del alto, y se verían irreme­diablemente envueltas y perdidas.

No tiene, pues, el enemigo más que hacer que aguantarse a la defensiva sobre sus posiciones del triángulo, y espe­rar la acometida, que nuestra división no deberá llevarle, pues el terreno es malo para el ataque, y porque también conviene aguardar el resultado de las maniobras del grueso del ejército.

Efectivamente, junto con moverse la división que va a Atacongo, se moverá valle arriba el resto del ejército, pa­ra ocupar a Manchay, desde donde se dirigirá al valle de Ate, dando tiempo a que las fuerzas de este valle y de Lima, engañadas por el movimiento de la costa, se corran a su derecha para ir en defensa de Chorrillos.

Si el enemigo ejecuta, este movimiento con todas sus fuerzas, nuestras dos divisiones de la derecha bajarán por la ribera Sur del Surco hasta Tebes, desde donde se da­rán la mano con la división de Atacongo y emprenderán la batalla decisiva sobre el ejército peruano acorralado en el estrecho valle de Surco.

Si el enemigo no se deja engañar y retira apresurada­mente sus fuerzas de Chorrillos para defender la capital, entonces la división de Atacongo, posesionándose con su izquierda de aquel puerto, para entregarlo al dominio de la escuadra, a fin de hacer allí nuestro puerto de aprovisio­namientos y recursos, seguirá ascendiendo por la línea del Surco, y picando la retaguardia al enemigo, hasta establecerse sobre las haciendas de Monterico y de Molina, para darse la mano con nuestras dos divisiones de arriba, las cuales se correrán, a su turno, sobre su derecha, para colo­carse, una sobre el ferrocarril de la Oroya, dominando las aguas del Rímac, y la otra a su izquierda, sirviendo de eslabón entre aquélla y la que viene de la costa.

IV

En esta posición se emprenderá el ataque sobre Lima. La división de la derecha pasará el Rímac, hacia el Norte, para dirigirse sobre la pampa de Lurigancho. La segunda lo pasará también para darse la mano con aquélla, apo­yando su izquierda al río. La tercera, o la izquierda, seguirá el movimiento para ir a apoyar su derecha al Rímac, y coadyuvar a la batalla decisiva, que se trabará, o bien en la pampa de Lurigancho, o bien dentro de los muros de la capital, en cuyo caso habrá previamente que vencer las alturas de San Cristóbal y San Bartolomé.

Los detalles de estas diversas operaciones no pueden precisarse. El terreno, la situación y las fuerzas del enemigo en cada posición, deben darlos sobre cada punto. La cuestión es que el enemigo está desde luego encerrado en un círculo de hierro y que no debemos batirlo donde él quiera, sino donde a nosotros nos convenga. Podemos y debemos arrastrarlo adonde queramos. Dueños del agua, por el movimiento de nuestras fuerzas sobre el Oriente de la ciudad, lo dominaremos a nuestro antojo y obligaremos siempre al enemigo a salir de sus posiciones pa­ra batirlo con ventaja, como indudablemente lo obliga­remos al fin á replegarse sobre la costa, en donde su rendición total será inevitable.

Se notará que solo se deja en este proyecto un regimiento de caballería para marchar con el grueso del ejército o sea con las dos divisiones que van por Manchay. Pero no hay necesidad de más caballería por aquel lado. Un regimiento basta para cubrir el movimiento de las dos di­visiones que marchan escalonadas, una en pos de otra.

Mientras tanto, la división que va por Atacongo nece­sita de más caballería que las otras, tanto para cubrir los dos caminos de la costa y del medio, cuanto para guardar su flanco izquierdo, y ocultar al enemigo su marcha ascen­dente por la ribera Sur del río Surco, cuando tenga que emprenderla. La caballería en esta parte debe ser numerosa para recorrer el rico valle de Lima y descubrir los movi­mientos y las posiciones del enemigo, quitarle sus recursos y hostilizarlo en todas direcciones.

Lurín, Enero 9 de 1881.

MARCOS 2° MATURANA

 

 

 

 

Los Mutilados

 

 

Monumentos


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Viña Corral Victoria ;  Una Viña Patriota

 

 

 

 

 

© 2000 - 2017 La Guerra del Pacífico ; Los Héroes Olvidados www.laguerradelpacifico.cl

La primera y más completa web de la Contienda del 79

 

 

La pintura en la Guerra del Pacífico