La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

*Biblioteca Virtual       *La Guerra en Fotos          *Museos       *Reliquias            *CONTACTO                              Por Mauricio Pelayo González

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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

     Condecoraciones

 

 

 

 

 

 

Al Ejército de Ocupación en el Norte.

 

Amigos y compañeros de armas:

 

Con fecha 3 del presente mes de Mayo, elevé al Supremo Gobierno la renuncia de mi puesto de General en Jefe del Ejército de Operaciones del Norte, que aquél tuvo a bien aceptar. Me impulsaron a dar este paso razones de delicadeza personal y la convicción de que estaba terminada la parte más ardua de la misión que se me había confiado.

Al separarme de vosotros, leales amigos y queridos compañeros, cumplo con un deber muy grato para mi corazón, dándoos las gracias por la eficaz cooperación que me prestasteis siempre en el desempeño de mis difíciles tareas. Hubiera deseado daros este adiós personalmente; pero ya que las circunstancias me lo impiden, quiero declararos una vez más, que estimo el honor de haberos mandado como el más grande que pudiera recibir, y que conservaré el recuerdo de los días que vivimos juntos en los campamentos como el más agradable de mi vida. De vuestra disciplina, moralidad y valor da testimonio la colosal empresa que habéis realizado con tanta fortuna; y yo, como vuestro Jefe, declaro que nuestra gloriosa República debe estar orgullosa de haber improvisado un Ejército que ha podido servir de modelo por la práctica de todas las virtudes militares.

Yo espero que habréis de terminar vuestra obra haciendo honor a vuestros gloriosos antecedentes y prestando al digno Jefe que me reemplaza en el mando, el mismo concurso eficaz y afectuoso que me prestasteis constantemente.

Deseo con todas las veras de mi alma que una paz sólida y honrosa, tal como la necesitaba la seguridad de nuestro porvenir y tal como corresponde a vuestros sacrificios y a los triunfos de vuestras armas, os permita regresar pronto al seno de vuestra Patria y de vuestros hogares.

Pero si eso desgraciadamente no sucediera; si llegara a ser necesario confiar otra vez la suerte de la Nación al fallo supremo de nuevos combates, yo volvería en cualquier puesto a cumplir con mi deber y a tener el honor de pelear a vuestro lado.

Entre tanto, repitiéndoos su adiós, os estrecha cordialmente la mano vuestro general y amigo.

 

Manuel Baquedano

 

 

 

 

 

 

 

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Viña Corral Victoria ;  Una Viña Patriota

 

 

 

 

 

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