La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán 

 

 

 

 

 

Un hombre solo muere cuando se le olvida

*Biblioteca Virtual       *La Guerra en Fotos          *Museos       *Reliquias            *CONTACTO                              Por Mauricio Pelayo González

Campañas de la Guerra

Campaña Naval
Campañas Terrestres
Unidades Militares
Escuadras
Música Alegórica
Libros de la Guerra del Pacifico

 

 

RELATOS COMBATE CALAMA

Documentos de la Guerra

Causas de la Guerra
Tratados
Partes Oficiales
Documentos
Relatos de Guerra
Condolencias

 

 

Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas.

Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79

 

 

     Condecoraciones

 

 

 

 

 

Doctor Ladislao Cabrera

Era ya el día 22 y el Ejército chileno no aparecía. Como de ordinario, ese día mandé dos hombres de observación al Alto de Calama: Oficial Ruperto Jurado y un soldado de los Lanceros llamado Maldonado. Debían regresar de 8 a 9 de la noche, por el vado de Huaita, que era poco conocido.

A las 11 de la noche, después de recorrer los puestos avanzados, tomé el camino del vado secreto y salí al llano opuesto. Ninguna noticia del oficial Jurado ni del Soldado. Era indudable que habían caído en poder del enemigo.

Mi inseparable compañero, Eduardo Abaroa, único que tenía conocimiento de mi plan, creía como yo que el Combate sería al amanecer. En efecto, al disiparse las últimas sombras de la mañana, con el auxilio del anteojo era fácil notar la nube de polvo que el enemigo hacia el desembocar de la quebrada.

Nos hallábamos a poco más de seis millas de distancia.

Advierto a mi tropa la presencia del enemigo. ¡ Con que alegría recibe esta noticia !. Había tiempo de tomar con calma las últimas medidas. Ordenando la distribución de todas las municiones, me dirijo al pueblo, que se hallaba profundamente alarmado con la vista de todo un Ejército. Más de una persona a mi paso me dice: "Pero señor si es todo un ejército que baja. ¿No lo ve usted? Ustedes son tan pocos, no salvará ninguno.

Mis órdenes para la incorporación de todas las avanzadas se había cumplido y tenía los 105 hombres armados, unos de rifles, algunos de escopeta y los demás con fusiles. Los 30 lanceros recibieron la orden de colocarse a retaguardia del puente de Topater.

El enemigo tardó poco en desprender dos partidas de Caballería, protegidas por tropas de infantería. La una por el camino a Topater y la otra a Carvajal. Además, cada una de esas partidas tenía artillería.

La partida de Caballería enemiga que tomó a nuestra vista esa dirección (Huaita), había pasado el vado, situándose dentro de unas murallas de adobe de antiguas casas.

Nos hallábamos divididos solo por un pilón de pasto seco. No podían vernos, de manera que pude colocar a unos pocos oficiales y soldados convenientemente detrás del pasto seco. Hacen fuego a mi primera orden de mampuesto y a distancia cuando más de diez metros. El enemigo se pone en precipitada fuga, sin hacer ni un tiro de rifle, y repasa el vado perseguido por los fuegos certeros de mi tropa. Se podía ver varios caballos sin jinetes que seguían a los fugitivos. En la primera descarga habían caído diez jinetes y algunos más al repasar el vado.

En ese momento sentía un fuego nutrido en Topater. Me dirijo allí a escape. El Teniente Coronel Delgadillo al separarme me pregunta: ¿Qué instrucciones debo cumplir?. Tengo presente haberle contestado: Dejarse matar antes que el enemigo tome este vado.

El valiente Eduardo Abaroa, segundo jefe de los rifleros y a quien dejé en Topater con 8 de aquellos para la defensa de ese paso, con el Coronel Lara, contraviniendo a mi orden, había pasado el río sobre dos vigas de madera y se batía al otro lado hacia el campo enemigo. Le obligué a que ocupara su puesto en el establecimiento de beneficiar metales situados en la margen del Loa.

Cuando tenía lugar lo anterior, un Batallón enemigo que vestía pantalón colorado y levita azul, empezaba a romper el fuego avanzando hacia Yalquincha.

En Topater y Yalquincha la resistencia era tenaz. El enemigo no había avanzado ni una sola línea sobre el río. Mas bien había retrocedido varias veces, especialmente la Caballería que precedía a los batallones. Hubo un momento en el que creí que estaban en completa derrota.

El combate duraba ya más de una hora y tres cuartos. Los fuegos del enemigo aumentaban en actividad. Mi inquietud por la escasez de municiones aumentaba.

Subo sobre una casa próxima, donde encontré a una familia llena de terror. De esa altura pude notar cuanta era la diferencia de las fuerzas que atacaban respecto de las mías. Sin embargo, éstas resistían sin perder terreno. Una mujer me advertía que caían muchas balas en la casa.

Ponía el pie en el estribo para volver a Topater y Yalquincha cuando se me anunció que una numerosa fuerza enemiga, por puentes que había traídos construidos, pasaba por Chunchuri y se dirigía al pueblo. Eran las 9 A. M. , La resistencia continuaba; ninguno de los puntos atacados cedía. El enemigo hizo entrar en combate el total de sus fuerzas que constaba de cinco cuerpos: dos batallones, el 2° y el 4°; un regimiento de húsares, una brigada de artillería y un Batallón de Cívicos de Caracoles. Ascendían a 1.400 o 1.500 hombres.

Me dirigí solo al pueblo, pues mis ayudantes se hallaban en comisión. Al llegar encontré un corneta que estaba en el vado de Huaita con el Teniente Coronel Delgadillo y me dio noticias circunstanciadas: realmente, por Chunchuri había penetrado fuerza enemiga; los defensores de Huaita, agotadas las municiones, abandonaron el vado.

Se notaba, al mismo tiempo que en Topater y Yalquincha había cesado casi el fuego. ¿Que había ocurrido allí?

Avancé sobre Topater en busca de Abaroa, de quien supe, por uno de los soldados, que aún se mantenía en sus puesto. Su rifle Winchester tenía 300 tiros de dotación. Me fue ya imposible llenar mi objeto porque interceptaba el paso un gran incendio que se producía cerca. Perdida toda esperanza tome el camino de Chiu-Chiu. Algunos otros soldados de mi tropa tomaban la misma dirección.

Cuantas veces volvía la vista hacia Calama se distinguían gruesas columnas de humo que nacían del incendio. ¿Que había sido de los jefes Abaroa, Delgadillo y Patiño? ¿Qué de los oficiales y soldados que faltaban?. Me sorprendió que después del Combate no hubiéramos sido perseguidos. Habríamos sido tomados en el camino a Chiu-Chiu pues no teníamos como proteger nuestra retirada.

 

 

 

 
 
 
 
 

 

 

 

Los Mutilados

 

 

Monumentos


 

 

 

 

 

 


 

 

Viña Corral Victoria ;  Una Viña Patriota

 

 

 

 

 

© 2000 - 2017 La Guerra del Pacífico ; Los Héroes Olvidados www.laguerradelpacifico.cl

La primera y más completa web de la Contienda del 79

 

 

La pintura en la Guerra del Pacífico