La Guerra del Pac�fico: Los H�roes Olvidados, Los que Nunca Volver�n
Un hombre solo muere cuando se le olvida |
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*Biblioteca Virtual *La Guerra en Fotos *Museos *Reliquias *CONTACTO Por Mauricio Pelayo Gonz�lez |
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PARTES OFICIALES SOBRE LA BATALLA DE ARICA |
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Cuando a tu paso tropieces con una l�pida, aparta la vista para que no leas: AQU� YACE UN VETERANO DEL 79. Muri� de hambre por la ingratitud de sus compatriotas. Juan 2� Meyerholz, Veterano del 79
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COMANDANCIA ACCIDENTAL DEL REGIMIENTO 4� DE L�NEA
Arica, Junio 8 de 1880. El que suscribe, comandante accidental del Regimiento 4� de l�nea, tiene el honor de dar cuenta a V. S. del combate sostenido por el expresado cuerpo el d�a 7 del actual en la toma de los fuertes del Morro de Arica. En virtud de la orden de V. S., el 6 a las 7 P.M. se puso en marcha el regimiento con 893 hombres desde el valle de Azapa, a las �rdenes del bravo y malogrado teniente coronel don Juan Jos� San Mart�n, con direcci�n al punto se�alado por V. S. en el reconocimiento practicado el d�a anterior con el objeto de tomar el fuerte Este, que V. S. orden� atacar con este regimiento. Habiendo llegado al citado punto, se descans� hasta las 4 A.M. del siguiente d�a, y a esa hora recib� orden del comandante don Juan Jos� San Mart�n para que con el 1er. batall�n del regimiento marchara sobre el indicado fuerte y lo tomara a viva fuerza, y que no me detuviera aunque hubiera explosi�n de minas, como se dec�a, y que �l, con el 2� batall�n, me proteger�a en el ataque. En esta virtud, como a las 5 A.M. sub� las lomas cercanas a los fuertes, marchando muy despacio, porque la oscuridad de la noche no me permit�a distinguir la posici�n precisa que deb�a atacar, y con el objeto, adem�s, de esperar al capit�n del cuerpo de ingenieros don Enrique Munizaga, comisionado por V. S. para que me indicase la posici�n del fuerte. Segu� la marcha en la direcci�n indicada por el capit�n mencionado, y a pocas cuadras vino la claridad del d�a y pude observar que el fuerte se hallaba a 1.500 metros de mi tropa. Casi inmediatamente rompe el enemigo sobre el batall�n un fuego bien nutrido de rifle y artiller�a, y marchando en direcci�n al fuerte, mand� apurar el paso y romper sobre �l los fuegos, a pesar de que la tropa enemiga casi no se ve�a por estar oculta detr�s de los parapetos. El batall�n de mi mando sigui� con orden y serenidad adelante, a pesar del vivo fuego que recib�a a pecho descubierto. Estando a una cuadra del fuerte, orden� tocar ataque, y la tropa, con sus oficiales a la cabeza, se lanz� a la carrera sobre los parapetos, y en 10 minutos el fuerte Este estaba en nuestro poder. El enemigo dej� all� como 70 cad�veres, y el resto de la guarnici�n, como 300 hombres, huy� en direcci�n al Morro haciendo fuego en retirada. En estos momentos el 2� batall�n del regimiento, a cargo del teniente coronel se�or San Mart�n, que llegaba en nuestra protecci�n, sigui� persiguiendo a los que hu�an, pero a cinco o seis cuadras se encontr� con nuevas fuerzas en los parapetos que estaban a su frente. Al pasar el 2� batall�n, sal� a unirme con el 1�, y entonces todo el regimiento march� sobre el Morro, desalojando al enemigo de todos sus parapetos y zanjas en que se iba atrincherando en su retirada hacia aquella fortaleza. Durante esta persecuci�n estallaron dos minas, las que no nos hicieron graves da�os ni fue motivo para detener la marcha del regimiento en el ataque que iba haciendo al enemigo. Como cuatro cuadras antes de llegar al Morro, fue herido gravemente el teniente coronel don Juan Jos� San Mart�n, y a pesar de esta sensible p�rdida, el regimiento sigui� atacando al enemigo hasta que lo estrech� dentro de la fortaleza del Morro, donde se rindieron 60 entre jefes y oficiales y 300 individuos de tropa. En este punto se encontr� el estandarte del Batall�n Iquique n�mero 33, toda la artiller�a, como 700 rifles, una gran cantidad de municiones y muchos v�veres y forraje. Desde el primer ataque del fuerte Este hasta la toma del Morro, el regimiento tuvo las siguientes y sensibles p�rdidas: el teniente coronel don Juan Jos� San Mart�n, que muri� tres horas despu�s, 10 oficiales heridos, muchos de gravedad, 63 muertos de tropa y 190 heridos, que hacen un total de 264 bajas. Las del enemigo, en los distintos puntos que lo atac� el regimiento, no ser�n menos de 200 muertos, entre los que se encuentra el coronel Bolognesi, jefe de la guarnici�n de Arica, el comandante Moore, que mandaba las bater�as del Morro y muchos otros jefes y oficiales y unos 150 heridos. La conducta de los se�ores oficiales y tropa del regimiento ha sido digna de todo elogio; y los capitanes como los dem�s oficiales han conducido a sus soldados con una bravura y pericia tales, que, recomendar especialmente a alguno, ser�a agraviar a los otros. El cirujano 2� don Juan A. Llaus�s y practicante don Mois�s Z��iga han atendido con celo y actividad a los heridos que tuvo el regimiento, igual servicio ha prestado el cirujano 2� del Regimiento Buin, don Juan F. Ibarra. Adjunto a V. S. una lista nominal de los se�ores jefes y oficiales como soldados muertos y heridos en este glorioso hecho de armas, como igualmente una relaci�n de los se�ores jefes y oficiales del regimiento que tomaron parte en �l. Dios guarde a V. S. LUIS SOLO ZALD�VAR Al se�or Jefe de la Divisi�n don Pedro Lagos. *** REGIMIENTO 4� DE L�NEA RELACI�N DE LOS SE�ORES JEFES Y OFICIALES QUE TOMARON PARTE EN EL COMBATE Y TOMA DE LOS FUERTES DEL MORRO DE ARICA EL D�A 7 DE JUNIO DE 1880
Arica, Junio 8 de 1880. LUIS SOLO ZALD�VAR *** COMANDANCIA DEL REGIMIENTO 3� DE L�NEA
Pocollay, Junio 9 de 1880 Se�or Comandante en Jefe: C�beme el honor de dar cuenta a V. S., en cumplimiento de mi deber, de la parte que el regimiento de mi mando le ha cabido en el asalto y toma del fuerte del Este, en las fortificaciones de Arica. En la noche del 6 del corriente, estando acampado en el valle de Azapa, me mov� con las fuerzas de mi mando a las 6.30 P.M. a ocupar, con el mayor sigilo y precauciones del caso, la posici�n en que deb�a pernoctar, y que seg�n el reconocimiento que bajo los fuegos del enemigo hab�amos hecho con V. S. durante el d�a, habiendo llegado al indicado punto a las 11 P.M. En este lugar di descanso a la tropa despu�s de haber colocado a una compa��a de avanzada a fin de reconocer los movimientos del enemigo y evitar toda sorpresa. Habi�ndose pasado la noche sin novedad, me puse en movimiento a fin de preparar el ataque a las 4.30 A.M. del d�a 7. Concluida esta preparaci�n dispuse marchar al ataque a las 5 A.M., en la forma siguiente: Hice desfilar seis compa��as escalonadas con distancia de 50 metros unas de otras tomando la direcci�n de las alturas de la izquierda del fuerte denominado del Este, a fin de poder llegar al expresado por dos de sus costados; las dos compa��as restantes fueron destinadas por el bajo con el objeto de dividir sus fuegos llam�ndoles la atenci�n a ese costado. Cuando s�lo se habr�a avanzado 300 metros, nuestra tropa fue vista por el enemigo y principi� a hacernos fuego con sus tres poderosas piezas de grueso calibre que montaba el fuerte; con este motivo llam� la atenci�n de los fuertes del Morro y bater�as de la playa colocadas en el plan, que todas a la vez reconcentraban sus fuegos sobre nuestra tropa que avanzaba sin disparar un tiro. A la distancia aproximativa de 1.000 metros, dos batallones de infanter�a que guarnec�an el fuerte rompieron sus fuegos sobre nosotros, mientras tanto nuestra tropa avanzaba ganando terreno hacia el fuerte, y lo que fue llegando sucesivamente hacia �l haciendo sus fuegos a la distancia conveniente sin dejar de avanzar; llegada la tropa al fuerte, se asalt� escalando las trincheras por distintos puntos al grito de ��Viva Chile!! y se trab� un nutrido combate a fuego y bayoneta, tanto en los muros del fuerte como dentro de �l; al mismo tiempo oficiales y algunos soldados se ocuparon en buscar las bater�as el�ctricas que daban fuego a las minas de dinamita que nos ten�an preparadas y que estaban estallando, medidas que evit� inflamaran varias otras. El combate qued� terminado despu�s de una hora, habiendo quedado muertos sus defensores con excepci�n de un oficial y nueve soldados heridos. En honor de nuestros adversarios, debo decir que pelearon como bravos y se defendieron hasta sucumbir. Por nuestra parte tenemos que lamentar la p�rdida del capit�n don Trist�n Chac�n, muerto a bala al pie de una de las trincheras, y la muerte del subteniente don Jos� Miguel Poblete, cuya cabeza vol� por la explosi�n de una mina. El entusiasta veterano, teniente don Ram�n Toribio Arriagada, recibi� una explosi�n de mina al pie de las trincheras que lo hizo volar dej�ndolo entre los cad�veres, desnudo, contuso y completamente sordo; sin embargo, un momento despu�s march� al ataque del fuerte del Morro incorporado al 1er. batall�n del regimiento, que a las �rdenes del sargento mayor don Federico Castro marchaba al ataque de dicho fuerte por el lado de la poblaci�n para tomarlos entre dos fuegos. El armamento y municiones que el Regimiento 3� tom� al enemigo es el siguiente: Un ca��n franc�s de a 68, dos ca�ones de a 30, el armamento de los dos batallones de infanter�a, 42 granadas de a 68, 63 id. de a 30, 36 tarros metralla de a 68, 61 id. de a 30, 11 cajones de munici�n, un barril p�lvora de ca��n, uno id. dinamita y cuatro bultos con saquetes. El subteniente don Jos� Ignacio L�pez fue el primero que escal� el fuerte y arri� el pabell�n peruano, sigui�ndole los subtenientes don Francisco Cotapos y don Lorenzo 2� Joffroy y el capit�n ayudante don Gregorio Silva, quien se ocup�, al entrar al fuerte, de inutilizar provisionalmente los ca�ones. Oficiales heridos: teniente don Ricardo Serrano y subteniente don Orestes Vera, don Francisco Cotapos, don Lorenzo 2� Joffroy y don Ram�n Guerra; contusos: teniente don Salvador Urrutia y subteniente don F�lix Vivanco. El n�mero de individuos de tropa muerto durante el combate fue de 51, el de los heridos 117 y seis desaparecidos. Me es muy grato recomendar a V. S. al teniente coronel del regimiento, don Jos� Antonio Guti�rrez y al sargento mayor del mismo don Federico Castro, quienes han mostrado su pericia en la guerra y su sangre fr�a en el combate; igualmente me hago un deber en reconocer y recomendar a V. S. a todos los se�ores oficiales en general e individuos de tropa del regimiento, que han manifestado durante el combate un entusiasmo digno del soldado chileno. Dios guarde a V. S. RICARDO CASTRO Se�or Coronel, Comandante en Jefe de las fuerzas destinadas al ataque de la plaza de Arica, don Pedro Lagos. *** 4� DIVISI�N DEL EJ�RCITO DEL NORTE
Arica, Junio 9 de 1880 Se�or Jefe del Estado Mayor General: A continuaci�n, tengo el honor de dar cuenta a V. S. de la parte que le cupo desempe�ar a la 4� Divisi�n de mi mando, representada por su Estado Mayor y el Regimiento Lautaro, en la jornada del 7, que di� por resultado la toma por asalto de esta plaza de Arica. Cumpliendo con la orden que recib� del se�or General en Jefe del ej�rcito la noche del 6 del presente, dispuse que el Regimiento Lautaro saliese del campamento de Lluta para Arica a las 4 A.M. del d�a 7, anticipando la marcha una hora con el objeto que la tropa se encontrase m�s descansada para entrar al combate. Pocos momentos despu�s segu� la misma direcci�n, acompa�ado del Jefe de Estado Mayor de la Divisi�n, sargento mayor don Baldomero Dubl� A., y de los ayudantes, capitanes don Herm�genes Camus, don Pedro Fredericksen y agregados de la misma clase don Enrique del Canto de Zapadores, y don Alejo San Mart�n, ex capit�n de guardias nacionales. A las 6 A.M., estando la tropa del Lautaro convenientemente situada y a tiro de fusil del enemigo, se procedi� a atacar los tres fuertes del bajo, o sea del Norte, y las obras avanzadas de fortificaci�n de campa�a del enemigo, habiendo ya principiado el ataque de los fuertes de las alturas, o sea del Sur, por los regimientos 3� y 4� de l�nea. El enemigo opuso d�bil resistencia al ataque del Lautaro, abandonando sus posiciones fortificadas a vanguardia de sus fuertes y haciendo estallar �stos y los ca�ones con que estaban armados por medio de minas preparadas de antemano, cuya explosi�n s�lo produjo bajas en gran n�mero a sus defensores. Estos sostuvieron un corto tiroteo con el Lautaro, dispers�ndose enseguida en todas direcciones al ver que estaban rodeados por nuestras tropas y dominados de las alturas por los regimientos de l�nea citados, que se hab�an apoderado de los fuertes del Sur. Inmediatamente una parte del Lautaro tom� posesi�n de los tres fuertes de la plaza, y con el resto se procedi� a perseguir al enemigo en derrota. Durante la acci�n, el Lautaro tuvo ocho individuos de tropa heridos. En cambio hizo un gran n�mero de bajas al enemigo, captur�ndole cerca de 300 individuos de tropa y 15 jefes y oficiales. Como 100 de los primeros y 8 de los �ltimos fueron tomados durante el combate por el Jefe de Estado Mayor de la Divisi�n, sargento mayor don Baldomero Dubl� A., acompa�ado de su ayudante, capit�n don Herm�genes Camus. El capit�n ayudante del Regimiento Lautaro, se�or Santana, tambi�n captur� algunos prisioneros que se unieron a los ya tomados anteriormente. El Lautaro tambi�n tom� al enemigo m�s de 30 banderas y banderolas. La m�s importante de las primeras fue obsequiada personalmente por m�, como trofeo de la victoria, al se�or General en Jefe del ej�rcito, quien la remiti� al blindado Almirante Cochrane. El comandante accidental del Regimiento Lautaro, en su parte, detallar� a V. S. los incidentes del combate. Durante la acci�n me acompa�� y transmiti� mis �rdenes de una manera muy satisfactoria el capit�n del Cuerpo de Ingenieros Militares, don Daniel Silva Vergara. Me hago un deber en recomendar a la consideraci�n de V. S. la conducta observada, durante la acci�n y despu�s de ella, por mi Jefe de Estado Mayor don Baldomero Dubl� A. y ayudantes ya citados. Igual recomendaci�n debo hacer de los se�ores jefes del Regimiento Lautaro, teniente coronel don Eulogio Robles y sargento mayor don Ram�n Carvallo O., cuya conducta ha sido una repetici�n de la observada en Tacna, al conducir sus tropas al combate, d�ndoles ejemplo de valor y serenidad. Los se�ores oficiales, clases y tropa del regimiento tambi�n se han hecho acreedores a una recomendaci�n honorable de parte del que suscribe. Al terminar esta parte, me complazco en felicitar a V. S. muy calurosamente por el triunfo alcanzado en la brillante jornada del 7, en la que hubiera deseado que el Regimiento Lautaro hubiese tenido oportunidad de imitar las proezas que han distinguido a los regimientos 3� y 4� de l�nea, lo que no le permiti� la d�bil resistencia que le opuso el enemigo, como ya lo he expresado. Dios guarde a V. S. OROZIMBO BARBOSA Al se�or Coronel Jefe de Estado Mayor General del ej�rcito de operaciones del Norte. *** REGIMIENTO LAUTARO
Arica, Junio 9 de 1880. Tengo el honor de dar parte a V. S. del reconocimiento que se me orden� practicar con el regimiento el d�a 6 del presente y del asalto y toma de los fuertes San Jos�, 2 de Mayo y Santa Rosa, el 7 del mismo. El 6 me orden� V. S. que
con el 1er. batall�n me dirigiera hasta descubrir los tres fuertes
nombrados que existen un poco al Norte del puerto de Arica, y estudiase
el terreno y lugar convenientes para atacarlo al d�a siguiente,
operaci�n que practiqu� hasta que, apercibido el enemigo de mi
presencia, empez� a hacerme fuego con su artiller�a que estaba fuera del
alcance de mis Comblain, retir�ndome al campamento de Chacalluta sin
ninguna novedad. Una hora antes de la prefijada por V. S. me puse en movimiento, y pasado el r�o Chacalluta hice dispersar en guerrillas sucesivas los dos batallones, tomando el 1� por los bajos del valle al mando del sargento mayor don Ram�n Carvallo O., y yo con el 2� la parte m�s alta para atacar la fuerza de infanter�a, que se sab�a pernoctaba a orillas del r�o Azapa, y atacar a la vez por la espalda a los fuertes Santa Rosa, 2 de Mayo y San Jos�, y cortar toda retirada al enemigo por el caj�n de Azapa. A las 6.30 A.M. fui avistado por los fuertes y por el monitor Manco C�pac, que principiaron a disparar sobre mi tropa, la que estaba advertida que al ver salir humo de los ca�ones se tendiesen en el suelo y avanzaran con rapidez en esta posici�n a fin de no ser da�ados por los proyectiles enemigos, como efectivamente sucedi�. El Manco nos hizo cuatro disparos con su m�s gruesa artiller�a, como lo hubiera ejecutado para echar a pique a un formidable blindado; pero no rompi� una astilla siquiera del blindaje del Lautaro. Los fuertes nos lanzaron sus proyectiles Vavaseur de a 300 y los Parrot de a 150, hicieron estallar sus minas de dinamita, y a proporci�n que nos acerc�bamos y bat�amos la infanter�a, hicieron volar los polvorines 2 de Mayo y Santa Rosa. Despu�s de lo cual tomamos posesi�n de los fuertes. La infanter�a hizo una resistencia tan d�bil, que unos pocos minutos, con el fuego de dos compa��as, fue suficiente para dar por terminado el combate. El campo qued� sembrado de muertos, habiendo hecho m�s de 300 prisioneros de tropa, aparte algunos jefes y oficiales, recogiendo tambi�n un considerable n�mero de banderas. Por nuestra parte tuve el sentimiento de perder a Jos� D�az y Ram�n Silva, muertos, y herido a Jos� Ignacio Pe�a, Manuel C�rdova, Gerardo Reyes, Eleuterio Meneses, Domingo N��ez y Manuel Gonz�lez, los ocho son soldados y todos fueron heridos a bala de fusil. Me hago un deber de recomendar a la consideraci�n de V. S. la comportacion y buen esp�ritu de que estuvieron animados el sargento mayor don Ram�n Carvallo O., todos los se�ores oficiales, clases y soldados del regimiento. Dios guarde a V. S. EULOGIO ROBLES Al se�or Jefe de la 4� Divisi�n, Coronel don Orozimbo Barbosa. *** REGIMIENTO BUIN 1� DE L�NEA
Arica, Junio 9 de 1880. Verificado con V. S. el reconocimiento de las posiciones del enemigo y los puntos por donde deber�amos atacar los fuertes al amanecer del d�a 7, nos manifest� V. S. en el mismo campo, que debiendo ser dos �nicamente los puntos atacados, el 4� de l�nea atacar�a el del Este y la ciudadela el Buin o 3�, quedando siempre uno de reserva. Notando V. S. que el jefe del 3� y el que suscribe deseaban igualmente alcanzar el honor del ataque, decidi�, por medio de la suerte, cu�l de los dos cuerpos emprender�a primero la ofensiva, y habiendo tocado al Buin el papel de reserva, tom�, seg�n �rdenes de V. S., mi colocaci�n al centro y en lugar oportuno para mandar refuerzos a cualquiera de los puntos de ataque. Como ha podido verlo V. S., el regimiento de mi mando no ha tenido oportunidad de prestar auxilio a los cuerpos que atacaron, porque el heroico empuje con que pelearon hizo que ellos solos decidieran el �xito de tan gloriosa jornada. Sin embargo, impuesto el enemigo de nuestra presencia, que se hizo intencionalmente para influir moralmente en ellos imponi�ndoles, nos hizo algunos disparos de ca��n y de rifle que hirieron a un subteniente, un sargento 2� y un soldado. Con la presente, acompa�o a V. S. una lista nominal de los jefes, oficiales e individuos de tropa que hemos asistido al combate, y otra de los heridos en �l. Logro esta oportunidad para felicitar a V. S. por el feliz �xito de tan brillante hecho de armas. Dios guarde a V. S. LUIS J. ORT�Z Al se�or Coronel Jefe de la Divisi�n expedicionaria sobre Arica. *** REGIMIENTO N� 2 DE ARTILLER�A
Se�or Coronel Jefe de Estado Mayor General: El 4, en cumplimiento a las �rdenes de V. S., march� desde el campamento de Chacalluta con las cuatro bater�as a tomar posiciones al frente de Arica, tropezando en la marcha con graves dificultades que fueron salvadas algunas por el Cuerpo de Pontoneros y las otras por el personal del regimiento. Nos acampamos en la noche de ese d�a en lo m�s alto de los cerros que hab�a que recorrer, a cubierto de la vista del enemigo y muy poco antes de llegar a las posiciones que deber�amos ocupar, todo en conformidad a las instrucciones de V. S. Emprendimos la marcha a hora conveniente, y al amanecer del siguiente d�a se colocaron las bater�as en los puntos reconocidos con anterioridad por V. S. Recibida la orden de principiar el fuego sobre el enemigo, se rompi� a las 9 A.M. sobre los fuertes del Norte con nuestras bater�as de campa�a, y sobre los del Este con la de monta�a que, al mando inmediato del sargento mayor don Benjam�n Montoya, fue a colocarse a 3.000 metros de ellos, en una loma alta m�s avanzada y a la izquierda de las posiciones que ten�an las dem�s bater�as. Despu�s de un ca�oneo, por ambas partes, de media hora, m�s o menos, se mand� suspender el fuego. Entre 4 y 5 P.M. se di� orden a la artiller�a de monta�a de replegarse a la de campa�a y a �sta que rompiera nuevamente los fuegos sobre los fuertes enemigos, que los contestaron a su vez, ca�oneo que dur� una y media hora, m�s o menos. El 6, como a las 12 o 1 P.M., se rompi� el fuego con las bater�as de campa�a sobre los fuertes enemigos y poblaci�n, el que ces� una vez que se hizo cada pieza 20 disparos, en conformidad a �rdenes recibidas. El 7, al amanecer y cuando principiaba el ataque de los fuertes del Este por nuestros regimientos 3� y 4�, orden� romper el fuego sobre los del Norte; pero tuve que disponer cesara a fin de no llamar la atenci�n por este lado y fuera atacado el Regimiento Lautaro en su marcha de asalto sobre esos fuertes. A poco rato se hizo nuevamente fuego sobre los mismos con el objeto de evitar que ellos continuasen el que principiaron contra nuestros regimientos en el momento en que asaltaron los fuertes del Este. En los tres d�as, no hemos tenido en el personal desgracia alguna que lamentar, y todo �l se condujo con el entusiasmo y serenidad que acostumbra. La cure�a de fierro de uno de los ca�ones de campa�a se torci� en los disparos que hizo el d�a 6 a consecuencia de haber encontrado impedimento en el retroceso, defecto que quedar� compuesto en cuanto tengamos los obreros de la maestranza del ej�rcito, que se ha ordenado vengan de Tacna. Acompa�o a V. S. las listas de los se�ores jefes y oficiales de Plana Mayor y las de los se�ores oficiales y tropa de las cuatro bater�as del regimiento que han tomado parte en este hecho de armas. Arica, Junio 9 de 1880. JOS� MANUEL 2� NOVOA Al se�or General en Jefe del ej�rcito del Norte. *** REGIMIENTO DE CAZADORES A CABALLO
Arica, Junio 10 de 1880. Se�or Coronel: El 4 del presente, a las 10 P.M., recib� orden del se�or General en Jefe de marchar a la diana del d�a siguiente con 50 hombres del regimiento al valle de Azapa y reunirme al teniente don Juan de Dios Quezada, que se hallaba en ese punto con otros 50 individuos de tropa y que hab�a marchado el d�a anterior a hacer un reconocimiento del valle y de los lugares donde hubiese forraje y agua para las cabalgaduras, teniendo, adem�s, orden de reunir todos los animales que encontrase y traerlos al campamento. Luego que me reun� al expresado se�or teniente, me dio cuenta de haber hallado, en distintos puntos: dos bueyes, tres mulas, dos caballos, 40 cabros y 60 ovejas; todos estos animales los entregu� al ayudante de V. S., se�or Walker. En cuanto al forraje, me dijo que �nicamente hab�a ca�a de az�car a dos leguas y media del campamento, y agua a una legua. El 6, a las 7 P.M., me comunic� el capit�n ayudante de Estado Mayor, don Enrique Salcedo, una orden de V. S. de marchar a las 12 P.M., con los 100 hombres de mi mando a situarme al Sur del Morro y recorrer, hasta el amanecer, toda la playa inmediata al punto que �l me design�. Al d�a siguiente, luego que el enemigo rompi� sus fuegos, me orden� V. S., por conducto del mismo se�or ayudante, seguir mi marcha a retaguardia del Regimiento Buin, donde continuamos hasta que se puso al enemigo en derrota y marchamos en persecuci�n de �l, dando por resultado que le tomamos prisionero un oficial, 27 individuos de tropa, quit�ndole, adem�s, 21 caballos. En la tropa que estaba a mi mando result� herido en el combate el cabo 1� Jos� Vicente Caris. Tengo el gusto de manifestar a V. S. que los se�ores oficiales e individuos de tropa llenaron cumplidamente sus deberes. Dios guarde a V. S. ALBERTO NOVOA G. Al se�or Coronel Jefe de la Divisi�n expedicionaria. *** PARTE DEL CORONEL PEDRO LAGOS MARCHANT
COMANDANCIA EN JEFE DE LA EXPEDICI�N SOBRE ARICA Arica, Junio 11 de 1880. Se�or Coronel: En cumplimiento de la orden de V. S. de 5 del actual, a la madrugada del d�a siguiente me dirig� al valle de Azapa con los ayudantes del Estado Mayor General, sargento mayor don Julio Argomedo, capitanes don Belisario Campos y don Enrique Salcedo, y alf�rez don Ricardo Walker y el capit�n de la comandancia general de equipajes don Segundo Fajardo, donde tom� el mando de los regimientos de l�nea, Buin n�mero 1, 3� y 4� y 100 hombres de caballer�a, que se hallaban en dicho punto. A estas fuerzas acompa�aban el comandante accidental de ingenieros, sargento mayor don Francisco Javier Zelaya, y los capitanes don Enrique Munizaga y don Manuel Romero. A las 2 P.M. del mismo d�a, acompa�ado de los jefes de los referidos regimientos, ingenieros y ayudantes, practiqu� un reconocimiento cerca de las posesiones enemigas, llam�ndoles previamente la atenci�n por el Noreste con una compa��a de guerrillas del Buin, a fin de que no se apercibieran del verdadero punto que deseaba reconocer. En conocimiento, en lo posible, del terreno, orden� que el 3� de l�nea deb�a atacar al amanecer del pr�ximo d�a el fuerte del Este, el 4� de l�nea el del centro y dem�s posesiones que defend�an la ciudadela del Morro, fortificaciones todas coronando las alturas llamadas Cerro Colorado, Chu�o, Gordo y Bater�as del Morro, y el Buin el punto central m�s a prop�sito para auxiliar las fuerzas antedichas. La compa��a de guerrilla, ya citada, se retir� a una hora avanzada sin ser vista por el enemigo, quien la cre�a a�n protegida por las lomas. A las 7 P.M. orden� que la divisi�n dejara su campamento, acompa��ndola hacia el campo que deb�a atacara al amanecer del d�a 7, haciendo que la tropa se proveyera de agua al pasar por Buenavista. El Regimiento 3� sigui� su marcha directamente al fuerte del Este, protegido por las lomas, donde acamp� a un kil�metro de distancia; el 4� de l�nea y el Buin marcharon por la izquierda a las lomas, tambi�n protegidos por ellas, hasta una distancia de kil�metro y medio del fuerte que deb�a atacar el primero de �stos, donde tambi�n acamparon. La caballer�a que qued� en el campamento se encarg� de mantener los fuegos durante la noche, para que el enemigo no sospechara nuestra aproximaci�n hasta la hora en que deb�a ponerse en movimiento, lo que efectu� a las 12 P.M. pasando por el lugar donde acampaban el Buin y 4� de l�nea, debiendo recorrer el llano que se extiende a retaguardia de los fuertes citados y que abraza una extensi�n de dos kil�metros, m�s o menos, hasta llegar al cord�n que domina el mar, con orden de colocarse en el centro de dichos fuertes, a retaguardia y a la distancia conveniente de la reserva para no ser heridos por los fuegos de las bater�as, una vez empe�ado el ataque. Esta secci�n de la divisi�n la comandaba el capit�n don Alberto Novoa G., acompa��ndolo el ayudante del Estado Mayor General, capit�n don Enrique Salcedo. A las 4 P.M. del 6, usando de las facultades discrecionales que verbalmente me concedi� el se�or General en Jefe al darme el mando de la divisi�n, cre� conveniente mandar al prisionero de guerra, ingeniero don Teodoro Elmore, con una misi�n al Jefe de la plaza de Arica, coronel Bolognesi, pidiendo por �ltima vez la capitulaci�n de la plaza, por creer ineficaces los esfuerzos que pudieran hacer para rechazar nuestro ataque, y por humanidad pues conoc�a la indignaci�n que produjo en nuestra tropa el estallido de las minas de Chacalluta y tem�a que, al suceder lo mismo en el Morro y poblaci�n, se excitaran a�n m�s los esp�ritus, y deseaba evitar por este medio el in�til derramamiento de sangre. El se�or Elmore regres� a media noche, cumpliendo as� su palabra empe�ada, y me entreg� el documento que acompa�o, que no impidi� el ataque por no acceder el citado jefe a lo que se le ped�a. El documento a que me refiero va certificado por el se�or Elmore, debiendo agregar que este caballero ha pedido que se consigne este hecho en el parte oficial que tengo el honor de dirigir a V. S. A las 4 A.M. orden� al ayudante, capit�n don Belisario Campos, que se uniera al 3� de l�nea y que lo acompa�ara en el ataque al fuerte que deb�a tomar al aclarar; a la misma hora march� el capit�n de ingenieros don Enrique Munizaga, con igual fin, al 4� de l�nea. A las 5 A.M. me puse en marcha hacia el centro de los fuertes, con el Regimiento Buin, que deb�a servir de reserva, uni�ndose poco despu�s la caballer�a. A las 6 A.M. el enemigo rompi� sus fuegos sobre el 3�, que lo atacaba; y momentos despu�s, el otro fuerte sobre el 4�; recibiendo, la secci�n de reserva, algunos disparos de ca��n y rifle de las bater�as del Morro y del Fuerte Santa Rosa, al Norte de la poblaci�n. A esta misma hora y cuando nuestras tropas deb�an coronar las alturas, el Regimiento Lautaro ten�a orden de atacar el Fuerte San Jos�, situado en la costa al Norte de la poblaci�n. El Regimiento 3� de l�nea atac� con dos compa��as, siendo reforzado por tres m�s, al mando del teniente coronel don Jos� Antonio Guti�rrez, consiguiendo apagar sus fuegos y tomarlo 40 minutos despu�s del primer disparo. En este fuerte estallaron dos minas; siendo de advertir que ten�amos conocimiento que el Morro y fuertes estaban completamente minados, conocimiento que ten�an tambi�n nuestros soldados, pero que no arredraron en nada a nuestros bravos. La intrepidez del ataque, tanto en �ste cuanto en los otros fuertes, desconcert� al enemigo hasta el punto de impedir que hicieran uso a tiempo de las bater�as el�ctricas, cuyas redes est�n esparcidas en todas direcciones, tanto en los cerros del Morro como en la poblaci�n y sus bajos. A la misma hora, el 4� de l�nea, que marchaba por el cord�n que domina los fuertes, rompi� sus fuegos con el 1er. batall�n, al mando del sargento mayor don Luis S. Zald�var, contestando tambi�n el nutrido fuego que recib�a de las trincheras m�s elevadas del Morro, donde se encontraban parapetados los que deb�an defender las alturas que dominan los fuertes. El 2� batall�n, al mando del bizarro comandante del regimiento, don Juan Jos� San Mart�n, mientras desfil� el primero sobre el fuerte, para tomarlo a viva fuerza, march� sobre las trincheras que defienden el Morro, siendo reforzado por el 1er. batall�n, cuando �ste se hubo tomado el fuerte; y lograron desalojar al enemigo de sus trincheras, hasta caer de asalto sobre la formidable ciudadela del Morro, donde tambi�n se hab�an replegado los que fueron desalojados de los fuertes, unidos a los que sub�an del bajo, haciendo toda la resistencia que les fue posible. El bravo comandante San Mart�n fue herido de muerte y cay� a 1.000 metros de las trincheras. El sargento mayor se�or Zald�var, a la cabeza de su regimiento, sigui� el ataque que efectu� su tropa con esa intrepidez, resoluci�n y bravura que tanto distinguen al soldado chileno, hasta arrollar completamente al enemigo en sus �ltimas trincheras, donde, por fin, se rindieron a discreci�n 60 y tantos entre jefes y oficiales, y m�s de 300 individuos de tropa. El 4� logr� apoderarse del fuerte del centro 40 minutos despu�s del primer disparo, y apag� por completo los fuegos del Morro, 20 minutos despu�s. Cuando a�n no cesaban los fuegos del Morro, orden� al ayudante, alf�rez don R. Walker, que bajara al hospital, con el fin de inutilizar las bater�as el�ctricas que exist�an en aquel local para hacer estallar las minas; siendo de notar que desde ese establecimiento se hac�a fuego sobre nuestros soldados. Observando que algunos enemigos trataban de huir por la quebrada de Lluta, orden� que la caballer�a los persiguiese; lograron capturar un oficial, 27 individuos de tropa y 21 caballos e hicieron muchas bajas al enemigo. En conclusi�n, se�or coronel, la victoria alcanzada ha sido completa; de 2.500, m�s o menos, que guarnec�an la plaza, seg�n confesi�n de soldados tomados, tenemos muchos prisioneros y heridos; el resto qued� sobre el campo de batalla; en vista de los partes V. S. podr� apreciar esto debidamente. Existe en nuestro poder mucho armamento, municiones, v�veres y forraje; 14 ca�ones de grueso calibre y de distintos sistemas en buen estado, y tres inutilizados por ellos, repartidos del modo siguiente: tres en el fuerte del Este, tres en el del centro y 11 en las bater�as del Morro; y el rico estandarte del Batall�n de guardias nacionales Iquique n�mero 1. Por uno de los prisioneros, se supo que el estandarte de nuestro Regimiento 2� de l�nea, tomado en Tarapac�, exist�a en el departamento. Con este motivo se entr� en averiguaciones, encarg�ndose a los se�ores ayudantes antedichos, y el capit�n de ingenieros don Enr�que Munizaga obtuvo noticias sobre el lugar donde se hab�a colocado. En posesi�n de este antecedente, orden� a dicho oficial se trasladara a Tacna, donde exist�a; por telegrama da cuenta de haber cumplido satisfactoriamente su cometido. Ser� puesto a disposici�n de V. S. Este suceso corona, una vez m�s, el �xito alcanzado por nuestras armas y de que debemos vanagloriarnos con orgullo. La conducta observada por el teniente coronel, 2� jefe del 3� de l�nea don Jos� Antonio Guti�rrez, es digna de todo elogio, pues dirigi� las operaciones del regimiento a mi entera satisfacci�n, no siendo menos la del capit�n ayudante don Gregorio Silva y el de la misma clase don Trist�n Chac�n, quien mand� la primera guerrilla sobre la fortaleza. El teniente don Ram�n Arriagada y los subtenientes don Jos� J. L�pez y don Jos� M. Poblete, fueron sorprendidos por el estallido de una mina al izar nuestra bandera, perdiendo la vida el subteniente Poblete. El sargento mayor de este regimiento, don Federico Castro, merece igual recomendaci�n por su valeroso comportamiento, conducta que siguieron los dem�s oficiales. En cuanto al Regimiento 4�, nada puedo agregar despu�s de lo anterior, sino referirme al parte del sargento mayor don Luis S. Zald�var. Respecto al Regimiento Buin, su entusiasmo y serena comportacion, me manifest� los sentimientos de que se halla pose�do nuestro ej�rcito. Los ayudantes que mantuve en el centro de las operaciones y el capit�n de la comandancia de equipajes, don Segundo Fajardo, cumplieron satisfactoriamente todas las disposiciones que fueron dictadas en esos momentos, y me hago un deber de recomendar a la consideraci�n de V. S. Me permito solicitar por medio de V. S., se remita a la Municipalidad de Chill�n, el estandarte del batall�n de guardias nacionales, Iquique n�mero 1, por pertenecer a ese departamento el digno teniente coronel don Juan Jos� San Mart�n y la mayor parte del regimiento que dirigi� al combate este jefe. Incluyo a V. S., originales, los partes respectivos y las relaciones de la fuerza que se empe�� en el combate, as� como la de los heridos y muertos. Tambi�n acompa�o un croquis, trabajado a la ligera por el cuerpo de ingenieros, mientras pongo en manos de V. S. el plan general de las posesiones del enemigo. Si he demorado poner en conocimiento de V. S. estos gloriosos hechos de nuestros jefes y oficiales, ha tenido por causa la separaci�n de la fuerza de la plaza y recibir a �ltima hora los partes de mi referencia. D�gnese V. S. poner en conocimiento del se�or General en Jefe este parte, felicitando a ambos por el glorioso resultado. Dios guarde a V. S. PEDRO LAGOS Al se�or Coronel Jefe del Estado Mayor General. *** PARTE DEL GENERAL MANUEL BAQUEDANO GONZ�LEZ
EJ�RCITO DE OPERACIONES DEL NORTE Arica, Junio 21 de 1880. Se�or Ministro: Tengo el honor de transcribir a V. S. el parte del se�or coronel Jefe de Estado Mayor General sobre la toma de Arica. Dice as�: �Se�or General en Jefe: Cuatro d�as despu�s de la batalla del 26 del pasado regres� a Tacna la divisi�n de reserva que hab�a ido a Pach�a a las �rdenes del se�or coronel don Pedro Lagos, con el objeto de deshacer los �ltimos restos del ej�rcito aliado que, seg�n anuncios, se organizaban all� para atacarnos. Esa divisi�n, cuya marcha orden� V. S., trajo rifles, municiones, dos cure�as de ca��n Krupp y un buen n�mero de prisioneros desarmados, que se escond�an en aquel peque�o caser�o y sus alrededores. Alejado, pues, por ese lado, todo peligro de ataque y de reorganizaci�n del enemigo, V. S. tuvo el pensamiento de marchar sobre Arica, ciudad que los peruanos llamaban inexpugnable por sus minas, sus fosos, sus parapetos, sus defensas naturales y sus ca�ones. Al efecto, el d�a 1� del presente, Cazadores a Caballo y Carabineros de Yungay n�mero 2 llegaron como avanzada al r�o de Azufre, que corre por el valle de Chacalluta y que dinsta seis millas de la plaza fortificada. Al pasar el r�o, hizo explosi�n una mina y tres soldados resultaron heridos. En ese momento se tom� prisioneros a un ingeniero peruano encargado de hacer saltar las minas y a tres individuos que se ocupaban en la misma tarea. La caballer�a permaneci� all� en observaci�n hasta el 2, en que el Buin y el 3� de l�nea arribaron al mismo punto en ferrocarril. El 3, a las 10 A.M., V. S., el Estado Mayor General, el 4� de l�nea, el Bulnes, Carabineros de Yungay n�mero 1 y cuatro bater�as de artiller�a salieron de Tacna, y a las 1 P.M. de ese d�a se reunieron a las fuerzas que aguardaban acampadas en la ribera Norte del valle de Chacalluta. En la noche se juzg� prudente dormir en campamento fuera del tiro de los ca�ones enemigos y se busc� uno m�s al Este y en la misma ribera del r�o. La ma�ana del 4 se pas� en reconocimientos para dar a la artiller�a una colocaci�n que le permitiera dominar la ciudad. Al mismo tiempo se mand� al 4� de l�nea y a una parte de la caballer�a al valle de Azapa, que corre de Oriente a Poniente y al pie de la cadena de cerros que termina en el Morro, por donde el enemigo recib�a ganado y pod�a, en un trance dif�cil, retirarse y tomar el camino del interior. A mediod�a, las bater�as se pusieron en marcha y comenzaron a trepar los elevados y arenosos cerros que se levantan por el Este del puerto y que cierran por el mismo lado el llano que se extiende hasta el r�o de Azufre por la orilla del mar. Tal operaci�n dur� la noche entera, salv�ndose las dificultades de la ascensi�n, merced a la constancia y a la actividad de los artilleros. Al amanecer del d�a 5, los ca�ones se encontraban en bater�a en la parte alta de los cerros del Este, dominando el puerto de Arica, y a las 8 A.M. rompieron sus fuegos sobre las fortalezas del enemigo, algunas de las cuales no pod�an distinguirse bien, pues las barbetas estaban cubiertas de arbustos y a lo lejos parec�an s�lo grupos de verdura. La distancia que los separaba de �stas era de 5.000 metros. Los fuertes situados en las alturas paralelas al Morro y los de San Jos� y Santa Rosa, contestaron en el acto, con buenas punter�as, a tal punto que nuestros artilleros ve�anse cubiertos y expuestos a ser heridos por los cascos de las granadas que reventaban sobre ellos. Hechos algunos disparos para apreciar la distancia y conocer bien la situaci�n de los ca�ones peruanos, se toc� alto el fuego, que tambi�n ces� por parte de aquellos. Antes de la ruptura de las hostilidades, V. S. mand� de parlamentario ante el coronel Bolognesi, jefe de la plaza al sargento mayor de artiller�a don Jos� de la Cruz Salvo. Este jefe cumpli� debidamente su cometido. Dijo al coronel Bolognesi que V. S., empe�ado en evitar la efusi�n de sangre, ped�a, en nombre de la humanidad, la capitulaci�n de la plaza, ya que toda resistencia era in�til, porque el ej�rcito de Tacna, hecho pedazos, dispersado y prisionero en su mayor n�mero el 26, no pod�a en manera alguna prestarles auxilio; por �ltimo, que contaba con un crecido ej�rcito que sitiar�a la plaza o la tomar�a al asalto, siendo �l el responsable de las consecuencias. El se�or Bolognesi respondi�, despu�s de conferenciar con sus jefes compa�eros, que estaba dispuesto a salvar el honor de su pa�s quemando el �ltimo cartucho. Cumplido, pues, el deber que nos impon�a la situaci�n dif�cil del enemigo, no hab�a m�s que hacer, y, como lo dejo expresado, se rompi� el fuego. El 6, de orden de V. S. comuniqu� por medio de se�ales al se�or comandante del Cochrane una nota pidi�ndole la cooperaci�n de la escuadra surta en la bah�a para atacar de una manera simult�nea por el frente y por retaguardia. Abrig�bamos entonces la esperanza de que con esa tentativa los peruanos desistir�an del prop�sito de seguir resistiendo in�tilmente, sin probabilidades de triunfo. Al mismo tiempo, oblig�ndolos a batirse, les d�bamos la oportunidad para salvar el honor de su pa�s y entrar en honrosa y cuerda capitulaci�n. La sangre preciosa de oficiales y soldados derramada en Tacna y los horrores que trae consigo un combate, nos hab�an hecho desistir antes de un asalto, esperando arreglarlo todo por la v�a tranquila y sensata de la palabra. Los ca�ones de campa�a abrieron el fuego a las 11 A.M., y a las 1.30 lo hac�an el Cochrane, la Magallanes, la Covadonga y el Loa. Todos los ca�ones enemigos y el Manco C�pac respondieron al ataque, que termin� a las cuatro y minutos. V. S. recuerda que esa tarde a�n aliment�bamos la idea de que el enemigo accediera a lo que ped�amos en nombre de la humanidad y de sus intereses; pero en la noche, viendo fallidas nuestras aspiraciones, se tom� el �ltimo y doloroso recurso: tomar la plaza al asalto, ya que no quer�amos ni deb�amos ponerle sitio, lo que hubiera importado un perfecto bloqueo para nosotros, que busc�bamos con urgencia una puerta de salida para el oc�ano. Respecto al punto por donde deb�a atacarse, no cab�a vacilaci�n. V. S. hab�a comprendido desde el primer d�a que era por la retaguardia. Se dio, por tanto, orden al 3� de l�nea que marchara a reunirse con el 4� en el valle de Azapa, y junto con �l tomara la retaguardia y asaltara la l�nea de fuertes que termina en el Morro. Se di� el mando de esas fuerzas al se�or coronel don Pedro Lagos. El Buin y el Bulnes, que ocupaban las alturas del Este, el primero al Sur del valle de Azapa y el segundo al Norte, deb�an vigilar y defender dicho valle, proteger nuestra artiller�a y atacar, por el flanco y de frente, la plaza en un momento dado. Estos cuerpos estaban mandados por sus respectivos comandantes Ortiz y Echeverr�a. En cuanto al Lautaro, que un d�a antes hab�a venido de Tacna, atacar�a por el Norte a los fuertes de San Jos� y Santa Rosa, llevando a su cabeza al se�or coronel don Orozimbo Barbosa. Por el mismo punto avanzar�a la caballer�a al mando de sus comandantes Bulnes y Vargas. De esa manera, los peruanos no ten�an m�s camino que el de la rendici�n o la muerte. El ataque deb�a hacerse en guerrilla, pues se ten�an datos seguros de que el centro de la poblaci�n, sus alrededores y los fuertes estaban minados y listos para volar al menor peligro. La artiller�a no pod�a absolutamente abandonar su posici�n y entrar de lleno a la zona de tiro de los poderosos ca�ones enemigos, pues habr�a sido despedazada sin provecho alguno para nosotros. Este cuerpo lo mandaba el comandante Novoa. Como a las 6 A. M. del 7, los fuertes del Sur hacen fuego por breves instantes y se sienten descargas de fusiler�a. Una hora m�s tarde se oye una espantosa detonaci�n y dos columnas de humo y polvo se levantan de los fuertes San Jos� y Santa Rosa como si hubieran hecho explosi�n. El Manco C�pac abandona la red de lanchas que lo protege, hace algunos disparos al Lautaro, que avanzaba sobre los fuertes, y a las 8 A.M. se hunde. La lancha-torpedo que lo acompa�a toma rumbo al Norte, perseguida por el Cochrane y el Loa, que la ca�onean sin cesar. No hab�a duda de que el puerto se hallaba en poder de nuestros soldados, as� es que V. S. orden� a la artiller�a avanzar sobre el pueblo. No nos enga��bamos: el 3� y el 4� de l�nea se hab�an tomado en 55 minutos toda la l�nea de fuertes del Sur al Morro. Perdidos sus principales atrincheramientos, los peruanos hicieron volar los fuertes del Norte. La lucha hab�a sido porfiada y sangrienta hasta lo incre�ble. A las 9 A.M. la plaza era completamente nuestra, y la bandera de Chile se ostentaba en los fuertes y en los edificios p�blicos. Como V. S. ha podido verlo, la toma de Arica nos ha costado bien poca cosa, dada su situaci�n, sus fortificaciones, sus minas, sus reductos y sus ca�ones de grueso calibre. No hab�a un solo punto que no fuera una trinchera inexpugnable. Nuestros soldados comprendieron desde el primer instante la magnitud de la empresa; sin embargo, no vacilaron en ir al peligro con imponderable rapidez y atrevimiento. No hay elogio digno de tanto valor y bizarr�a. El pa�s debe, se�or, una distinci�n a los bravos del 3� y del 4�, que en tan breve tiempo dieron a Chile la posesi�n de la plaza m�s fuerte del Pac�fico. El valiente San Mart�n, comandante del 4�, muri� en esta corta pero gloriosa jornada, y corri� igual suerte el capit�n Chac�n del 3�. Ambos cayeron animando con la palabra y con la acci�n a sus soldados. El enemigo perdi� a sus mejores jefes. El que no cay� prisionero, rindi� la vida. Otro tanto sucedi� a los soldados. Sus muertos pasan de 1.000 y sus prisioneros llegan a 1.328; 118 de la categor�a de jefes y oficiales, los restantes soldados y marineros. Por nuestra parte, las bajas suben en todo a 473; jefes y oficiales muertos, 3; heridos, 18; soldados muertos, 114; heridos, 337. El material de guerra tomado es numeroso. Consiste en 13 ca�ones, en perfecto estado de servicio, distribuidos de la siguiente manera: Un Vavaseur de a 250 libras. 1.200 fusiles de diversos sistemas, con sus respectivas dotaciones de municiones. Adem�s, una cantidad considerable de dinamita, gu�as, p�lvora, herramientas y �tiles para el servicio de los fuertes. Han ca�do tambi�n en poder nuestro muchas banderas y algunos estandartes. El del 2� de l�nea, quitado por el enemigo en Tarapac�, ha sido recuperado, gracias a las indagaciones hechas por oficiales del ej�rcito. Remito a V. S. los partes del se�or coronel Lagos, que con tanto tino como inteligencia dirigi� el ataque del 3� y el 4� de l�nea, y jefes de los cuerpos que tomaron parte en aquella memorable jornada. Van tambi�n las listas correspondientes. Al concluir, felicito a V. S. por la toma de Arica, complemento de la batalla del 26 de Mayo. Muy luego pondr� a disposici�n de V. S. los planos de la batalla de Tacna y del puerto y fuertes de Arica". No cerrar� esta nota, se�or Ministro, sin hacer antes una honrosa y particular menci�n del se�or coronel don Pedro Lagos, por el valor y serenidad con que supo llevar a cabo el ataque y toma de los fuertes del Sur de Arica, cumpliendo as� con mis instrucciones. Aunque todo el ej�rcito estaba dispuesto a ejecutar la misma haza�a, debo consignar aqu� que a los regimientos 3� y 4� de l�nea les cupo en suerte escribir, el d�a 7 del presente, una de las m�s gloriosas p�ginas de la historia de la Rep�blica, apoder�ndose, a pecho descubierto y sin m�s armas que sus rifles y bayonetas, de las formidables fortificaciones de Arica. Termino, se�or, enviando a V. S., y por su conducto a S. E. y al pa�s, mis m�s sinceras felicitaciones por el nuevo triunfo que han obtenido nuestras armas. Dios guarde a V. S. MANUEL BAQUEDANO Al se�or Ministro de la Guerra. *** COMANDANCIA EN JEFE DE LA ESCUADRA
Rada del Callao, Junio 23 de 1880 Se�or Ministro: Tengo el honor de acompa�ar a V. S. el parte que sobre el combate del 6 de Junio pas� a esta Comandancia en Jefe de las fuerzas bloqueadoras de Arica. Dios Guarde a V. S. GALVARINO RIVEROS Al se�or Ministro de Marina *** COMANDANCIA DEL BLINDADO ALMIRANTE COCHRANE
Al ancla, rada de Arica, Junio 9 de 1880. Participo a V. S. que, por pedido del se�or General en Jefe del ej�rcito de operaciones sobre Arica, efectu� con los buques de mi mando una entrada a dicho puerto el d�a 6 del actual, y el resultado de dicha operaci�n lo participo a V. S. enseguida, previni�ndole es la misma que he transmitido al se�or gobernador de Iquique en aquel d�a. Conforme a lo prevenido a V. S. en mi comunicaci�n anterior, hoy a las 1.30 P.M. entramos los buques en acci�n, tomando los de madera colocaci�n al Sur, entre tanto el Cochrane corr�a la l�nea de la rada de Norte a Sur, a una distancia de tres a cuatro mil metros. Proseguimos nuestros fuegos hasta las 3.35 P.M., en que suspendimos el combate. El buque de mi mando fue alcanzado por una granada que choc� en el canto alto de una de las portas, y al estallar prendi� fuego a un cartucho con que en ese momento se cargaba el ca��n, hiriendo y quemando a 27 individuos, de los cuales hay 25 graves. La Covadonga no tuvo bajas; pero ha recibido dos proyectiles a flor de agua, que la obligan a mantener sus m�quinas en ejercicio para achicar el buque. La env�o a Pisagua para que se repare con tranquilidad. La Magallanes, que sali� ilesa del combate, marcha tambi�n a Pisagua con el objeto de convoyar a la Covadonga y para que rellene sus carboneras. El Loa fue destinado a que batiera convenientemente las posiciones enemigas, aprovechando el largo alcance de su ca��n moderno, y no tuvo novedad. Lo transcribo a V. S. para su conocimiento, previniendo a esa Comandancia que hasta el presente han sucumbido de sus heridas el marinero 1� El�as Gonz�lez, el grumete Rudecindo Troncoso y el carbonero Eulogio Tejeda. Adjunto a V. S. una lista nominal y clasificada de los dem�s individuos que quedan heridos a bordo de este buque. Dios guarde a V. S. J. J. LATORRE Conforme.- L. A. Castillo. Al se�or Comandante en Jefe de la escuadra. *** BLINDADO ALMIRANTE COCHRANE
CLASES NOMBRES
Marinero 1� Refugio
Murillo Conforme.- L. A. CASTILLO *** ESCUADR�N CARABINEROS DE YUNGAY
Se�or Jefe de Estado Mayor General: Tengo el honor de poner en conocimiento de V. S. las operaciones practicadas por la fuerza de caballer�a puesta a mis �rdenes por V. S. la noche del 30 pr�ximo pasado, compuesta del escuadr�n de mi mando y del Regimiento de Cazadores a caballo. Cumpliendo con sus instrucciones, sal� de Pocollay el 1� de Junio al amanecer con direcci�n al puerto de Arica con el objeto de reconocer las posiciones que ocupaba el enemigo; a las 9 P.M. de ese d�a llegu� al puerto de Chacalluta, situado sobre el r�o de Azufre; me ocupaba en hacer dar agua a la caballada, cuando una avanzada enemiga lleg� a la ribera opuesta del r�o, que por la oscuridad de la noche no fue vista por nuestra descubierta; nos hizo varios disparos de rifle sin causarnos el menor da�o, huyendo enseguida. Me retir� de dicho punto, acampando a seis cuadras al Norte del r�o; al amanecer del d�a siguiente me dirig� nuevamente al r�o con el objeto de reconocerlo y dar agua a la caballada; se ocupaba en esta operaci�n un escuadr�n de Cazadores y el escuadr�n de mi mando, descend�a al r�o con el mismo objeto; de improviso fue sorprendido por dos barricadas que estallaron, una al pie de la barranca y en el medio del camino por donde desfilaba la tropa, y la otra en la orilla del r�o, ambas en medio de nuestra tropa, causando algunas desgracias, pero no de mucha gravedad. En el acto proced� a buscar el punto donde deb�a estar la bater�a el�ctrica y sus autores. En estas pesquisas tom� un paisano, quien me indic� el punto donde estaba, como tambi�n qui�nes eran los que hab�an hecho estallar la mina, los que fueron tomados poco despu�s, resultando ser uno don Teodoro Elmore, ingeniero militar, y un subteniente Ureta, ambos pertenecientes al ej�rcito peruano; quise en el acto fusilarlos, pero habi�ndome ellos declarado que eran los encargados de colocar minas y de destruir la l�nea f�rrea de Arica a Tacna, resolv� dejarlos, para de ellos poder saber los puntos donde hubiesen barricadas, tanto en la l�nea como en la plaza y puerto de Arica. En la aprehensi�n de estas dos personas result� herido de bala el subteniente Ureta. Es de mi deber recomendar a V. S. al sargento 1� de Cazadores a caballo, don Gregorio R�os, que fue quien dio con ellos y los aprehendi�. En el mismo camino en que estallaron las dos minas se encontraron seis m�s, las que por suerte nuestra no estallaron, �stas se compon�an de un caj�n de dinamita cada una. El resto del d�a y los subsiguientes a la toma de Arica, se ocup� esta fuerza en practicar los reconocimientos indispensables para la toma de la plaza. La colocaci�n que tom� la caballer�a el d�a del ataque y toma de la plaza de Arica, fue marchar a retaguardia en protecci�n de la infanter�a y cerrar todos los pasos o caminos por donde el enemigo pod�a tomar la fuga, operaci�n que di� por resultado no permitir se escapase ninguno de los defensores de la plaza, pues muchos de ellos fueron tomados prisioneros. Acompa�o a V. S. una relaci�n de los soldados que resultaron heridos y contusos, tanto en la explosi�n de las minas, como en la toma de la plaza. Dios guarde a V. S.
RAFAEL VARGAS *** 2� ESCUADR�N CARABINEROS DE YUNGAY Relaci�n de los heridos y contusos que tuvo este escuadr�n en las barricadas que estallaron el d�a 2 del presente en Chacalluta, puerto de Arica.
Arica, Junio 30 de 1880. JOS� MIGUEL ALC�RRECA V� B� .- VARGAS. *** PARTES OFICIALES PERUANOS
COMANDANCIA DEL MONITOR MANCO CAPAC (Parte oficial del d�a 6 de junio de 1880) Al ancla, Arica, Junio 6 de 1880. Se�or Coronel: Tengo el honor de poner en conocimiento de V. S. que habiendo notado a las 1.30 P.M. del d�a de hoy, que despu�s de rotos los fuegos en tierra por parte del enemigo sobre los fuertes de la plaza, el transporte Loa, artillado con un ca��n de largo alcance, se pon�a tambi�n en movimiento, a la vez que el resto de los buques bloqueadores, en n�mero de seis, avivaban sus hornillas; mand� activar inmediatamente las de este monitor, y poni�ndome en son de combate, me prepar� a zarpar del fondeadero. Lo hice as�, en efecto, a las 2.45 P.M., cuando el Loa hac�a sus primeros disparos sobre la plaza. El Cochrane, despu�s de haberse puesto en movimiento, seguido de las corbetas Magallanes y Covadonga, que prosegu�an al transporte en sus disparos, se mantuvo aguantado en el centro de la bah�a y como a 2.500 metros de este monitor. Franco �ste de la defensa que lo rodea, gobern� sobre el enemigo, a fin de acortar la distancia, rompiendo los fuegos sobre el Cochrane, que fueron contestados sucesivamente por aquel, sin poder seguir haci�ndolos despu�s de una hora de ca�oneo, m�s o menos, por la distancia que nos separaba, pues se alej� a toda fuerza de m�quina de Norte a Sur. No tardaron en retirarse los dem�s buques enemigos, habiendo recibido algunos certeros disparos del Morro, que produjeron, al parecer, un incendio en el Cochrane. Durante la acci�n no ha ocurrido novedad alguna en el buque de mi mando, complaci�ndome en asegurar a V. S. que el entusiasmo de los tripulantes del monitor ha sido digno de la noble actitud de la plaza. A las 4 P.M. volv� a ocupar mi primitivo fondeadero, todo lo cual participo a V. S. conforme a ordenanza. Dios guarde a V. S. JOS� S�NCHEZ LAGOMARSINO Al se�or Coronel, Jefe de la plaza. *** COMANDANCIA DEL MONITOR MANCO C�PAC A bordo del Itata, Arica, Junio 7 de 1880. Se�or Jefe de la plaza: Tengo el honor de poner en conocimiento de V. S. los acontecimientos tenidos lugar a bordo del monitor de mi mando con motivo del ataque a esta plaza, en la madrugada de hoy, por las fuerzas chilenas. A las 6 A.M. me particip� el oficial de guardia que por las bater�as del Este se sent�a un tiro de ca��n proseguido despu�s por otros y muy luego por fusiler�a; acto continuo dispuse el monitor en son de combate y zarp� del fondeadero, pues not� que varios de los buques bloqueadores ven�an de afuera a la bah�a. Ya de d�a, me apercib� que fuerzas nuestras abandonaban las bater�as del Norte para reforzar a las que ya, por el Cerro Chu�o y Cerro Gordo, ven�an del Este haciendo fuego en retirada, y que al mismo tiempo un cuerpo de fuerzas enemigas atacaba por canto de playa las bater�as de San Jos�. Comprendiendo que este punto necesitaba protecci�n, gobern� en esa direcci�n haciendo algunos disparos hasta haber hecho dispersar a sus fuerzas. Despu�s de esto me apercib� que se hac�a general el combate en el Morro, viendo volar, a la vez, los polvorines de las bater�as del Norte, me dispon�a entonces a gobernar al Sur, adonde fuera preciso prestar protecci�n, cuando algunos tiros, al parecer de ca��n y nutrido fuego de fusiler�a del Morro sobre el monitor, as� como el ser reemplazada la bandera peruana con la chilena, me hicieron comprender que la plaza de Arica, en su �ltimo baluarte, estaba perdida. Colocado en tan excepcional situaci�n, puse proa a los buques enemigos, que, aguantados afuera del puerto, no parec�an acercarse a pesar de nuestra actitud. No obstante, continu� afuera, disponiendo que en oportunidad se rompiesen v�lvulas, tubos, etc., y se alistase la c�mara de dinamita que se ten�a preparada en la secci�n de proa, manteniendo a la gente en su puesto de combate a fin de que, si el Cochrane nos atacaba en combinaci�n con los otros buques, hubiera lugar de defender el monitor hasta volarlo o hundirlo antes de que cayese en poder del enemigo, preocupaci�n fundada atendiendo a su imposible condici�n para operar a distancia y por la falta de los calderos, casi inutilizados, a consecuencia del trabajo continuo de los �ltimos d�as de asedio de la plaza, as� como tambi�n por raz�n del combate del d�a anterior. Efectivamente, resuelta la sumersi�n del monitor, las instrucciones dadas al entusiasta primer ingeniero don Tom�s Colguhosen y dem�s ingenieros, como tambi�n al guardiamarina Legu�a; la misi�n dada por la c�mara de proa al teniente Sald�as y guardiamarina Vidaurre, y las dadas en sus puestos a los tenientes Smith, Asin y alf�rez de fragata se�or Bueno, como las encomendadas en el sollado a los tenientes Pizarro y Taboada y dem�s guardiamarinas, fueron tan regularmente cumplidas, tan en�rgicamente llevadas a efecto, que nadie abandon� sus puestos de combate hasta que el agua hubo invadido la m�quina, sollado y santa b�rbara. En este estado, orden� la salvaci�n de los tripulantes, comenzando por la guarnici�n en los botes y lancha a vapor, tomando un oficial el mando de cada bote. Concluida que fue esta operaci�n, y no encontr�ndose nadie m�s en cubierta, me embarqu� en el bote m�s inmediato. No hab�an transcurrido cinco minutos, cuando el Manco C�pac, que por tanto tiempo fue el respeto de Arica, a pesar de su calamitoso estado, que tantos momentos de gloria tuvo ocasi�n de dar al pa�s, volaba y se hund�a con sus pabellones al asta y tope de su torre, fuera del puerto y en el centro de la bah�a, despu�s de haber cumplido su misi�n y visto sucumbir a Arica, esta plaza que con tan noble y digna resoluci�n hab�a resistido tantos d�as de asedio. Mientras tanto, orden� a los oficiales encargados de la lancha-torpedo Alianza que, aprovechando de su andar y poco blanco, forzasen el bloqueo, llegando a Mollendo o el Callao, si fuese posible, para aprovechar siquiera este important�simo elemento. Al salir por el Norte, fue perseguida por el Cochrane y el Loa, que le hac�an algunos disparos, perdi�ndose muy pronto de vista. Entretanto, con los botes que conduc�an los tripulantes del Manco C�pac, nos dirigimos al vapor Itata, adonde fuimos recibidos como prisioneros. En honor al patriotismo y
a la justicia, me parece llegada la ocasi�n de recomendar a la
consideraci�n del Gobierno y de la naci�n, la moral y austera conducta
de la dotaci�n que me obedece, durante la cruda campa�a en que las
privaciones de todo g�nero en las excepcionales condiciones del monitor,
no aminor� jam�s su decisi�n y empe�o por cumplir del mejor modo posible
el sagrado deber de defender a la patria. Dios guarde a V. S., se�or Jefe de la plaza. JOS�
S�NCHEZ LAGOMARSINO *** MONITOR MANCO CAPAC LISTA DE PRESENTES A BORDO DEL EXPRESADO EN EL D�A DE LA FECHA Jefes y Oficiales Comandante, capit�n de fragata don Jos� S�nchez
Lagomarsino Maquinistas
Oficiales de Mar
Artilleros de Preferencia
Artilleros ordinarios
Marineros
Grumetes Pedro R�os - Guillermo Torres - Doroteo Colquir Cabos de fogoneros
Fogoneros
Carboneros
Guarnici�n del Batall�n Marina (antes Columna Constituci�n)
Soldados
Guarnici�n del Batall�n Callao N� 4
Soldados
Al ancla, Arica, Junio 6 de 1880. El oficial del detall, BERNARDO SMITH V� B�.- S�NCHEZ LAGOMARSINO *** COMANDANCIA DE LA BATER�A DEL MORRO Aduana de Arica, Junio 7 de 1880. Se�or Teniente Coronel: Por muerte de los se�ores jefes de la plaza, coronel don Francisco Bolognesi y comandante de esta bater�a, capit�n de nav�o don Juan G. Moore, tengo el honor de participar a V. S. los acontecimientos ocurridos en ella en la batalla de esta ma�ana. A las 5. 30 A.M. se sintieron hacia la bater�a del Este tiros de fusil y poco despu�s un fuego graneado acompa�ado de disparos de artiller�a; inmediatamente se toc� zafarrancho de combate y como la retaguardia del Morro no estaba defendida, se mand� la primera compa��a, a �rdenes de su capit�n don Cleto Mart�nez, a los parapetos de Cerro Gordo, y el resto de la gente se distribuy� en dotar las tres piezas de artiller�a y cubrir las trincheras de retaguardia, pues los buques enemigos estaban a muy larga distancia, y, por consiguiente, no era de suponer que hubiese de usarse de la artiller�a de la Cortina. Como la claridad, dudosa a�n, no permit�a distinguir claramente los objetos a la distancia de las bater�as del Este, no fue posible romper los fuegos de artiller�a sobre ese punto hasta que se observ� que desde su recinto e inmediaciones se hac�a fuego sobre nosotros; entonces rompimos los fuegos, empleando primero bomba y despu�s metralla sobre la gente que descend�a y circundaba esa ciudadela, al mismo tiempo que se hac�a tambi�n un nutrido fuego de fusiler�a. En estas circunstancias, y mientras V. S. desplegaba, para hacer fuego sobre Cerro Gordo, a toda la gente que ven�a en retirada de las bater�as del Este, se vieron subir por la falda del Morro dos batallones nuestros que ven�an desde las bater�as del Norte, los cuales, fatigados por la larga marcha que hac�an al trote y por la pendiente de la subida, y flanqueados por los fuegos enemigos, no pudieron llegar oportunamente a la cima del cerro a pesar del empe�o que pon�an, instados por sus valientes jefes que hac�an esfuerzos inauditos para conseguirlo, logrando s�lo hacer subir, cada uno de ellos, medio batall�n de la derecha, mandado el de Iquique por su comandante el teniente coronel don Roque S�enz Pe�a, y el de Tarapac� por su comandante el teniente coronel don Ram�n Zavala. Los medios batallones de la izquierda no hicieron su ascensi�n, probablemente porque fueron flanqueados y cortados por el enemigo que avanzaba por el Este y dominaba el Cerro Gordo, y los medios batallones de la derecha, unidos a la tropa que se replegaba, compuesta de algunos grupos de soldados, mandados respectivamente por el teniente coronel don Ricardo O'Donovan, sargentos mayores don Armando Blondel y don Ger�nimo Salamanca, capit�n don Cleto Mart�nez y otros que no recuerdo, sosten�an los fuegos, protegidos por la gente del Morro, que cubr�a los parapetos y los ca�ones de ese sitio, hasta que, arrollados por el n�mero, se replegaron a las trincheras, en donde se hizo una tenaz resistencia, de la result� muerto el valeroso comandante Zavala. Como la resistencia se hac�a imposible porque nuestra tropa, as� como la de los dem�s cuerpos que ten�an Chassepot, estaba desarmada, porque los rifles se hab�an inutilizado a consecuencia de la debilidad del percutor producida por el uso del espiral, y, por otra parte, como la artiller�a era ineficaz por la corta distancia e inclinaci�n del terreno que ocupaba el enemigo, orden� el se�or capit�n de nav�o don Juan G. Moore que se reventaran los ca�ones y que la tropa hiciera fuego en retirada, repleg�ndose hacia el recinto de la bater�a; en consecuencia, se revent� el ca��n Voruz que estaba situado en la parte superior del polvor�n, no pudiendo hacerse lo mismo con los otros porque sus dotaciones, que cubr�an las trincheras, estaban diezmadas, hall�ndose el condestable y los cabos de ca��n heridos unos y muertos otros. Mientras tanto, la tropa que ten�a su rifle en estado de servicio segu�a haciendo fuego en retirada hasta que los enemigos invadieron el recinto, haciendo descargas sobre los pocos que quedaban all�; en esta situaci�n llegaron a la bater�a el se�or coronel don Francisco Bolognesi, jefe de la plaza, coronel don Alfonso Ugarte, V. S., el teniente coronel don Roque S�enz Pe�a, que ven�a herido, sargento mayor don Armando Blondel y otros que no recuerdo; y como era ya in�til toda resistencia, orden� el se�or Comandante General que se suspendiesen los fuegos, lo que no pudiendo conseguirse de viva voz, fue el se�or coronel Ugarte personalmente a ordenarlo a los que disparaban sus armas al otro lado del cuartel, en donde dicho jefe fue muerto. Al mismo tiempo, el que suscribe, por orden del se�or capit�n de nav�o, comandante de esta bater�a, orden� al capit�n don Daniel Nieto que se reventaran todos los ca�ones de la bater�a, y como no se encontraba a los cabos de ca��n, dicho capit�n logr� atorar al Vavaseur por no pod�rsele reventar a consecuencia de hab�rsele introducido la bomba explosiva sin mecha, y carg� convenientemente uno de los Parrot, y como est�bamos dominados por el enemigo, no pudo continuar esta faena y se repleg� hacia el asta de bandera con la poca gente que ten�a y el sargento mayor Blondel, en donde muri� este jefe. A la vez que ten�an lugar estos acontecimientos, las tropas enemigas disparaban sus armas sobre nosotros, y encontr�ndonos reunidos los se�ores coronel Bolognesi, capit�n de nav�o Moore, teniente coronel S�enz Pe�a, V. S., el que suscribe y algunos oficiales de esta bater�a, vinieron aquellas sobre nosotros, y, a pesar de haberse suspendido los fuegos por nuestra parte, nos hicieron descargas, de las que resultaron muertos el se�or Comandante General, coronel don Francisco Bolognesi, y comandante de esta bater�a, se�or capit�n de nav�o don Juan G. Moore, habiendo salvado los dem�s por la presencia de oficiales que nos hicieron prisioneros. En esta situaci�n se oy� una explosi�n producida por el ca��n Parrot que reventaba en ese momento, cuando ya los enemigos hab�an arriado nuestro pabell�n e izado en su lugar una banderola chilena; esta operaci�n se practic� mucho despu�s de ser el enemigo due�o de la bater�a, pues, por alg�n tiempo permaneci� nuestra ense�a nacional flameando en su asta a la vez que la banderola chilena se hallaba colocada sobre el parapeto de la bater�a. Al relacionar los hechos que anteceden, me es satisfactorio hacer presente que, cumpliendo con los deberes de peruanos y de militares, hemos defendido palmo a palmo, y hasta su l�mite con el mar, el terreno cuya guarda y defensa nos estaba encomendada, y que hemos sido vencidos por el n�mero de tropa y por la superioridad de los elementos. A pesar de que a V. S. le consta, creo no deber omitir el decirle que, de toda la fuerza que entr� en combate defendiendo las bater�as, s�lo cayeron prisioneros sobre el Morro, ocho jefes, 26 oficiales y 162 individuos de tropa de todos los cuerpos combatientes. De la dotaci�n de esta bater�a murieron, adem�s del comandante Moore, el capit�n don Cleto Mart�nez, teniente don Tom�s Otoya y subteniente don Francisco Alau; tambi�n supongo muerto al capit�n don Adolfo King, que estaba herido y cuyo paradero no he podido saber a pesar de las muchas diligencias que al efecto se han hecho. Hay heridos: el teniente 1� graduado don Miguel Espinosa, teniente don Emilio de los R�os, teniente don Tom�s Trellez, teniente don Abelardo Calder�n, teniente don Francisco de P. Ram�rez (gravemente) y el paisano voluntario don Gustavo Monteni; de la gente, no obstante que hemos tenido muchos muertos y heridos, no puedo precisar el nombre y n�mero de todos por la imposibilidad de averiguarlo en mi condici�n de prisionero, lo que reservo hacerlo cuando pueda reunir los datos necesarios, as� como la lista de los individuos de tropa prisioneros. Adjunto a V. S. la relaci�n de los jefes y oficiales de esta bater�a que han asistido a esta jornada, con especificaci�n de su condici�n actual. Dios guarde a V. S., se�or Teniente Coronel. MANUEL I. ESPINOSA Al se�or Teniente Coronel, jefe del detall de la plaza *** PARTE OFICIAL DE MANUEL C. DE LA TORRE
A bordo del Limar�, Arica, Junio 9 de 1880. Se�or Secretario de Estado en el despacho de Guerra: Despu�s del resultado desgraciado de nuestras armas en el combate librado 26 del mes pasado en los Altos de Tacna, la plaza de Arica, cuya custodia hab�a sido encomendada a la diminuta y mal armada fuerza de nacionales que aparece del estado adjunto, qued� sometida a un estrecho asedio de mar y de tierra por fuerzas infinitamente superiores a las nuestras. El valiente coronel Bolognesi, jefe de la plaza, no recibi� ni al siguiente d�a del 26, ni nunca, propio ni comunicaci�n oficial alguna que, dando a conocer el estado en que hab�a quedado nuestro ej�rcito y el punto a que se retiraba, le indicara la norma de conducta que deb�a seguir la plaza de Arica y las determinaciones o planes que se propon�a adoptar el Director de la guerra o nuestro General en Jefe. Solo se supo que Tacna hab�a sido tomada, y desde luego se mand� imposibilitar el uso de la v�a f�rrea y se emprendi� los trabajos de defensa, de l�cito empleo en la guerra, que acrecentaran en algo el poder de las fuerzas defensoras. Resuelta en junta de guerra la defensa de la plaza, en obedecimiento de una orden del General Montero dada con fecha 24, para el caso de un fracaso de nuestro ej�rcito en Tacna y determinando el plan de defensa, cada uno de los jefes y secciones de las fuerzas terrestres y mar�timas ocuparon su puesto, resueltos todos a un sacrificio seguro, pero de proficuos resultados, en la convicci�n de que se segu�a un plan bien meditado y de segura salvaci�n para el honor y los intereses de la patria. Muchos propios se hizo al General Montero, sin obtener contestaci�n alguna. Est�bamos a oscuras, pero todos resueltos a la defensa hasta el �ltimo trance para dar tiempo de operar a nuestras fuerzas del Norte. En esta situaci�n, aparece en la ma�ana del d�a 29 un escuadr�n de caballer�a enemiga, que practic� el reconocimiento de la quebrada de Chacalluta y se retir� una hora despu�s. El d�a 2, a las 6 A.M., aparecieron de nuevo tres escuadrones, y poco despu�s dos trenes, que conduc�an crecido n�mero de fuerzas. Continu� desde ese d�a el tr�fico activo de trenes y una serie de exploraciones de la caballer�a sobre las colinas y cerros de Chacalluta y Azapa, que dominan la plaza, hasta que el 5 apareci�, en la madrugada, poderosa artiller�a, estacionada en los puntos m�s vecinos y dominantes. A las 6 A.M. de ese d�a, recibi� el jefe de la plaza un parlamentario del General en Jefe del ej�rcito chileno, por el cual, manifestando una deferencia especial a la en�rgica actitud de la plaza, expresaba su deseo de evitar la efusi�n de sangre, que cre�a est�ril y de ning�n resultado pr�ctico para sus defensores, atendida la excesiva superioridad de las fuerzas mar�timas y terrestres con que se hac�a el asedio. El General de la plaza, previo acuerdo de una junta de los jefes de las fuerzas defensoras, cuya un�nime opini�n fue consecuente a la determinaci�n adoptada en d�as anteriores, de hacer la defensa hasta el �ltimo trance, despidi� al parlamentario, don Juan de la Cruz Salvo, d�ndole por contestaci�n para su General: que, agradeciendo el acto de deferencia, la determinaci�n de las fuerzas defensoras de Arica era quemar el �ltimo cartucho. Un momento despu�s de retirado el se�or parlamentario, a las 9 A.M., la artiller�a Krupp, situada en las colinas de Chacalluta y Azapa, principi� un nutrido fuego a bomba sobre nuestras bater�as del Norte y del Este, el cual era contestado a los puntos a que pod�an alcanzar nuestros ca�ones. Dur� este bombardeo, con un peque�o intervalo, hasta las 4.30 P.M., sin que los pocos tiros ca�dos en la poblaci�n, ni los recibidos en nuestras bater�as hubieran ocasionado da�os de consideraci�n. El d�a 6, a las 12.50 P.M., principi� de nuevo el bombardeo de las bater�as enemigas de tierra, al que se agreg� poco tiempo despu�s el del mar por el Loa, Magallanes, Covadonga y el Lord Cochrane. Un tiro de la bater�a San Jos� acall� los fuegos de una bater�a de cuatro ca�ones, la m�s baja de las que hab�a colocado el enemigo. Las bater�as Santa Rosa, Dos de Mayo, el Morro y el Manco C�pac, que abandon� su fondeadero y sali� al encuentro del Cochrane, contestaron los fuegos del mar. Termin� el combate a las 4.30 P.M., hora en que la bater�a de San Jos� oblig� a la retirada al Regimiento Lautaro, que se aproxim� por la parte Norte hasta la varadero del Watteree. El resultado de esta jornada nos fue favorable, pues el Cochrane recibi� una bomba de a 70, del Morro, que le produjo un incendio y algunas bajas (27 hombres), y la Covadonga recibi� dos balazos, sin que por nuestra parte hubieran aver�as de consideraci�n. En este d�a todas las bater�as y fuerzas, as� como el Manco C�pac, cumplieron dignamente su deber, manifestando �nimo, entusiasmo y ardimiento merecedores de un gran aplauso. A las 6 P.M., el ingeniero T. Elmore, que en d�as anteriores hab�a sido hecho prisionero en Chacalluta, se present� al jefe de la plaza con el car�cter de parlamentario, para inquirir de �l si se hallaba dispuesto a entrar en arreglos, cubierto como se hallaba ya el honor nacional y de las fuerzas defensoras con los dos d�as de combate habidos. El jefe de la plaza, de acuerdo con la junta, se neg� a reconocer al se�or Elmore con el car�cter de parlamentario y le despidi�, indic�ndole contestar: que solo estaba dispuesto a recibir parlamentarios en forma y con arreglo a las prescripciones militares del caso. Ocupados estaban los puestos de defensa en la noche del 6 al 7 en la forma siguiente: 8� Divisi�n a la defensiva de las bater�as del Norte y la 7� a la de las bater�as del Este, distante casi tres millas una de otra divisi�n. La noche fue completamente oscura; y a las 5.30 A.M., cuando a�n no hab�a luz para distinguir los objetos a un kil�metro de distancia, un ca�onazo de las bater�as del Este, al que siguieron otros, anunci� la proximidad del enemigo por ese flanco. Pocos momentos despu�s se rompi� el fuego de fusiler�a, y se trab� re�ido combate. Media hora despu�s de trabado el combate, el jefe de la plaza, que ve�a aumentarse excesivamente las fuerzas que atacaban por el Este, mientras que nuestras filas disminu�an r�pidamente por las bajas que ocasionaba el nutrido fuego enemigo, y que ve�a distantes todav�a las fuerzas que emprend�an el ataque por el Norte, dispuso viniese en auxilio la 8� Divisi�n. Llegaban a paso de trote a las faldas del Morro los batallones Iquique y Tarapac�, que formaban la expresada divisi�n, cuando, arrolladas nuestras fuerzas del Este por el excesivo n�mero de los que atacaban por ese lado, se replegaban ya sobre los parapetos de Cerro Gordo. A gran esfuerzo, jadeantes, llegaron a la altura del Morro el teniente coronel don Ram�n Zavala, a la cabeza de medio batall�n del Tarapac�, y el teniente coronel Roque S�enz Pe�a, a la cabeza de medio batall�n del Iquique, rompiendo con bravura sus fuegos sobre el enemigo, que ya coronaba la altura de Cerro Gordo y lo flanqueaba al mismo tiempo por los lados del Este y Oeste con otras fuerzas. En esta situaci�n, se replegaron sobre los parapetos del Morro los medios batallones de Iquique y Tarapac� con los restos de la 7� Divisi�n, para hacer all� el postrer esfuerzo, mientras los medios batallones que a�n no hab�an tenido tiempo para llegar, fueron dispersados bajo el mort�fero fuego de Cerro Gordo. Palmo a palmo, y con empe�oso af�n, fueron defendidas nuestras posiciones hasta el Morro, donde nos encerr� y redujo a unos cuantos el dominante y nutrido fuego del enemigo m�s de una hora. Eran las 8.59 A.M. cuando todo estaba perdido; muertos casi todos los jefes, prisioneros los �nicos que quedaban, y arriada por la mano del vencedor nuestra bandera. En tan supremos momentos, volaron casi todos los polvorines y pudo inutilizarse algunos ca�ones del Morro, mientras que las bater�as del Norte, atacadas ya por el Regimiento Lautaro y algunos escuadrones a quienes hab�an tenido alejados, volaron tambi�n sus polvorines e inutilizaron todos sus ca�ones. Perdida toda esperanza, el Manco C�pac que, con las bater�as del Norte hab�a protegido nuestra izquierda, hizo proa al Cochrane, y desenga�ado de no poder hacer su postrer tiro al enemigo, su comandante, con serenidad y acierto, le ech� a pique para no dar ese nuevo elemento de poder a las fuerzas mar�timas de Chile. Han sucumbido en la lucha los coroneles don Francisco Bolognesi, don Juan Guillermo Moore, don Alfonso Ugarte, don Jos� I. Incl�n, don Justo Arias y Arang�ez, don Mariano E. Bustamante; los tenientes coroneles don Ricardo O' Donovan, don Ram�n Zavala, don Francisco Cornejo y don Benigno Cornejo; los sargentos mayores don Armando Blondel, don Felipe A. Zela y don Ferm�n Nacarino, y muchos se�ores oficiales. Quedan heridos algunos y prisioneros los dem�s, de todo lo cual encontrar� V. S. adjunta una relaci�n detallada. Atacaron por la parte del Este los regimientos de l�nea 3� y 4�, fuertes de 1.200 plazas cada uno, y el Batall�n Bulnes, sirviendo de reserva el Buin; y por el Norte el Regimiento Lautaro, toda la artiller�a y caballer�a; m�s de 7.000 hombres. Numerosa es la mortandad
por nuestra parte, que se calcula en las dos terceras partes de las
fuerzas defensoras. No es mucho menos la del enemigo. Es esta, se�or Secretario, la redacci�n fiel y a grandes rasgos de los hechos ocurridos desde el 26 del pasado hasta el 7 del presente, en lo que se relaciona con la plaza de Arica y de las cuales he cre�do de mi deber, por la muerte del jefe de la plaza, dar a V. S. este parte para que llegue a conocimiento de S. E. el Jefe Supremo de la Rep�blica. Al hacerlo, omito apreciaciones y recomendaciones, dejando al pa�s y al Supremo Gobierno la calificaci�n de los hechos, cuyos detalles dar� en circunstancias m�s propicias. Quieran Dios y la patria aceptar el sacrificio de tantas v�ctimas, de tantos patriotas de coraz�n, como un holocausto ofrecido en aras del honor nacional para la salvaci�n del pa�s, y pluguiera a la Divina Providencia, por tanta sangre generosa vertida, que nuestro Gobierno sea siempre bien inspirado y retemplado el valor, la fe y el entusiasmo en nuestro pueblo que, una vez por todas, debe mostrarse unido y viril hasta ver realizados sus nobles prop�sitos. MANUEL C. DE LA TORRE ** COMANDANCIA DE LA 8� DIVISI�N
Arica, Junio 9 de 1880. Se�or Teniente Coronel: Cumplo con el deber de dar parte a V. S. del hecho de armas que ha tenido lugar el d�a de la fecha y de la actitud asumida por el batall�n de mi mando y la divisi�n a que pertenece. La noche del 6 del corriente me encontraba con mi cuerpo sirviendo de avanzada y de defensa a las bater�as del Norte, distribuidas las compa��as en los distintos parapetos que llegan hasta la punta denominada del Chinchorro. La noche pas� sin otra novedad que una descarga hecha por la avanzada que ten�a a unos 300 metros del parapeto en que hab�a situado las compa��as 1� y 2�, siendo dirigida dicha descarga sobre una peque�a partida de caballer�a enemiga, que se hab�a ya retirado cuando me traslad� a la avanzada. Este incidente me hizo redoblar la vigilancia hasta el momento en que vino personalmente el se�or Comandante General de la divisi�n, coronel don Alfonso Ugarte, y me dio orden de moverme inmediatamente y situar mi fuerza en los parapetos que ocupan la prolongaci�n Este del Morro. Retiradas todas mis avanzadas e incorporadas las compa��as que se hallaban situadas en los otros parapetos, apenas formado el batall�n, sent� un disparo de ca��n de las bater�as del Este que fue seguido de un nutrido fuego de fusiler�a; el combate hab�a comenzado siendo las 5.15 A.M., pudiendo todav�a, a favor de la oscuridad, distinguirse en el horizonte el fogonazo de las descargas de fusiler�a. Avanc� con mi batall�n a paso de trote desde el Chinchorro, y despu�s de cruzar esta larga distancia, emprend�, con gran esfuerzo de mi tropa ya fatigada, el ascenso del cerro que en ese momento se encontraba bajo los fuegos enemigos; contraje mi acci�n al medio batall�n de la derecha para impedir que contestase los fuegos, encargando el de la izquierda a dos jefes subalternos, porque era imposible recorrer todo el flanco del batall�n, que marchaba en hileras por el estrecho desfiladero del Morro. El medio batall�n de la derecha subi�, en efecto, sin contestar un tiro y soportando el nutrido fuego enemigo; a la cabeza de �l coron� el cerro en el momento mismo en que el se�or comandante Zavala hac�a otro tanto por mi izquierda con medio Batall�n Tarapac�. El enemigo no me dio tiempo de ocupar los parapetos, pues se hallaba tan pr�ximo y sus fuegos eran tan vivos, que tuve que contestarlos desde el primer momento en que mi medio batall�n escal� el cerro. All� se combati� con toda decisi�n; los fuegos fueron sostenidos por el medio Batall�n Tarapac�, por la derecha del Iquique y por restos de Granaderos y Artesanos de Tacna. Ya nuestras bajas hac�an dif�cil la resistencia; la izquierda del Iquique, que mand� buscar, se hab�a ocupado de contestar los fuegos enemigos y hab�a sido cortada por �ste en la falda misma del cerro; la mitad del Tarapac� hab�a corrido igual suerte; el enemigo estaba a 20 pasos. La oficialidad y tropa del medio batall�n que logr� subir estaba ya diezmada; los tres jefes subalternos no pudieron seguirme, y yo me hallaba herido, desde el principio del combate, de un balazo en el brazo derecho, que me permiti�, sin embargo, mantenerme a caballo desde los �ltimos momentos en que tuve que abandonarlo por serme ya imposible darle direcci�n; fue entonces que nos reunimos con V. S., los se�ores coroneles don Francisco Bolognesi y don Guillermo Moore, cayendo a nuestro lado estos dignos jefes atravesados por el plomo de una fuerte descarga. Hab�an ya ca�do los se�ores coroneles Ugarte y Bustamante, como tambi�n el teniente coronel don Ram�n Zavala, quedando el que firma como Comandante General de la 8� Divisi�n. En este car�cter, que me lo da la fatalidad y un encadenamiento de desgracias terribles, elevo a V. S. el presente parte, como el del Batall�n Tarapac�, ofreciendo elevar oportunamente la relaci�n de las bajas habidas en la divisi�n. Dios guarde a V. S., se�or Teniente Coronel. ROQUE SAENZ PE�A Al se�or Teniente Coronel, Jefe del detall de la plaza y bater�as de Arica.
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