La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán
Un hombre solo muere cuando se le olvida |
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*Biblioteca Virtual *La Guerra en Fotos *Museos *Reliquias *CONTACTO Por Mauricio Pelayo González |
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CALDERA SALAS, BENIGNO |
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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas. Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79
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Otro de los tantos aconcagüinos que al inicio de la guerra se enrolan en el batallón que representará a los héroes nacidos principalmente en Los Andes y San Felipe. Benigno era hijo de Francisco Caldera y Rosario Salas. Ingresa junto a su hermano Francisco a las filas del Aconcagua N ° 2 el 1° de Enero de 1880 justo antes de partir al norte, yendo a guarnecer sitios salitreros como Jazpampa, en espera del avance del ejército hacia Lima y la unión de su batallón al N ° 1 para convertirse en el Regimiento Aconcagua, que se llenaría de gloria especialmente en Miraflores. Participa en la batalla de Chorrillos y cae como un chileno en la de Miraflores como se describe en el libro "El contingente de Aconcagua en la Guerra del Pacífico" "El teniente don Benigno Caldera, animado de un valor extraordinario, desafiaba las balas. Durante la primera parte de la batalla, el comandante Díaz Muñoz utilizó a este arrojado joven en calidad de ayudante, y desempeñando las peligrosas comisiones inherentes a este cargo, pudo vérsele, montado en una flaca cabalgadura a que su alma sin miedo prestaba, no obstante, alas y gallardía, cruzar velozmente, repetidas veces y en todas direcciones, por entre la nube de proyectiles que cubría el espacio, dando así ejemplo de desprecio por la vida cuando se la expone por la patria. Más allá, cerca de las tapias aspilleradas que tan alevosamente habían resguardado al enemigo, y como a unos cincuenta metros del último fuerte, yace, entre grupos de heridos y muertos que parecen escoltarle en su trance postrero y formarle fúnebre cortejo en el camino de la eternidad y de la gloria, el denodado teniente don Benigno Caldera, casi ultimado por cuatro balazos. El teniente Caldera recibió su primera herida, que le rompió la espina dorsal, al subir a caballo para trasmitir una orden del jefe del cuerpo; la segunda, en el costado y que le atravesó de parte a parte, ejecutando el movimiento de avance; la tercera, también en la parte superior de su cuerpo e igualmente gravísima, y la cuarta en una mano. La penúltima herida arrojó en tierra al sufrido teniente, quien se arrastró entonces hasta llegar a colocarse detrás de uno de tantos montículos de piedra que habían servido de parapeto al enemigo, y desde allí, continuó batiéndose con rifle, hasta que el cuarto balazo, destrozándole unos cuantos dedos de la mano derecha, o izquierda, no recordamos bien, le privó casi absolutamente de movimiento. [1] Sus restos descansan en tierra extranjera presumiblemente en El Callao. [1] El teniente Caldera fue recogido del campo al día siguiente de la batalla, desangrado y cadavérico, pero conservando la valiente serenidad de ánimo de que había dado prueba. Al ser depositado en la sala de oficiales del hospital militar, su hermano Francisco Máximo, que se encontraba en este lugar, también herido, preguntóle por el número de sus heridas, a lo que contestó:--Creo que he recibido más de las necesarias... »— Pocos días después, el bravo teniente moría en el hospital Guadalupe, del Callao, a consecuencia de ellas.
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