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La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán
Un hombre solo muere cuando se le olvida |
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*Biblioteca Virtual *La Guerra en Fotos *Museos *Reliquias *CONTACTO Por Mauricio Pelayo González |
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GARRETÓN SILVA, JOSÉ ANTONIO 2° |
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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas. Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79
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Nació en Los Ángeles en 1846 Hijo de don José Antonio Garretón y doña Eulogia Silva Arriagada El mayor de los hermanos Garretón Silva partió al norte dejando a su esposa Ercilia Zúñiga y a sus dos hijas Felicinda e Isabel, con la promesa de volver pronto, después de defender la honra de Chile. Con el grado de Teniente y destinado en la 2ª compañía de su querido batallón 2° de Línea, junto a sus hermanos hace el mismo recorrido que lo llevó a estar en el combate de Calama el 23 de marzo de 1879. En mayo, al pasar a ser regimiento, es ascendido a capitán y destinado a mandar la 3ª compañía del 2° batallón. La campaña sobre el territorio más rico del Perú lo ubica en el asalto a Pisagua al comenzar noviembre y en la gloriosa batalla de Tarapacá. Entre tanto heroísmo en cada rincón de la batalla, el capitán Garretón entregaría su vida, sucumbiendo quemado después de haber sido herido como lo narra Molinare: " Intertanto, aun resisten José Antonio Garretón y Necochea en sus históricas casitas; y desesperado el peruano de no poderlos rendir y acobardados por las inmensas bajas sufridas en su asalto, determinan prender fuego a aquellos improvisados reductos, lo que en el acto hacen, matando así pero no rindiendo a sus defensores, de los cuales solo escapa el Capitán Necochea y dos hombres más." y "Allá en el fondo maldito de esa hondonada, el valor del Capitán don José Antonio 2° Garretón, con letras de fuego ha dejado inscrito su nombre; también lo tiene en nuestra historia; pero, en Chile viejo, no existe ni siquiera una calle que recuerde su nombre, ni su heroica muerte!" Sus hermanos menores quizás lo vieron morir y nada pudieron hacer para evitar la mala suerte de su querido hermano, pero no cabe duda que debió velar luchando hasta el final para que de alguna forma, sus hermanos quedaran libres. No pudo cumplir la promesa a sus familia. Los huesos de José Antonio quedaron en la quebrada, velando hasta el día de hoy, el recuerdo a todos quienes murieron ese día 27 de noviembre de 1879 por la gloria de Chile.
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