La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán
Un hombre solo muere cuando se le olvida |
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*Biblioteca Virtual *La Guerra en Fotos *Museos *Reliquias *CONTACTO Por Mauricio Pelayo González |
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SALINAS, JOSÉ RAFAEL |
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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas. Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79
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Natural de Illapel Hijo de Antonio Salinas Estudió en Santiago en la Escuela de Artes y Oficios para volver a su tierra a servir lo aprendido para su gente. Trabajaba en la municipalidad de Combarbalá cuando se conoce la noticia de que comenzaba una guerra entre nuestro país y los vecinos de norte, Perú y Bolivia. Se acerca a Coquimbo bastante avanzada la guerra para formar parte del Regimiento Coquimbo, que ya era un cuerpo veterano que había participado en las acciones de Pisagua, solo desde cubierta, y en la de San Francisco en primera línea. Ingresa el 11 de Noviembre de 1880 como subteniente de Plana Mayor y parte a formar junto a sus compañeros. Llega a Pisco ya de uniforme a los campamentos y avanza hacia Lurín para enfrentarse por primera vez contra las balas enemigas. Se encuentra en la batalla de Chorrillos el 13 de Enero de 1881. En Miraflores entregaría su sangre en defensa de la patria y en palabras de Vicuña Mackenna podemos conocer su muerte: "Logró, en efecto, el subteniente Salinas en lo más recio del combate de Miraflores y a su conclusión hacia nuestra derecha, matar por su propia mano un jefe peruano, y encaramándose sobre su caballo cautivo lanzóse al medio de la vorágine del combate a la fortaleza fosada y rodeada de minas y polvorazos llamada por unos de la Calera y por otros de la Merced. Era su propósito evidente tomar por asalto aquel último reducto del enemigo, y empuñando una carabina, quitada también por su mano al enemigo, condujo hasta tres veces un puñado de bravos coquimbanos hasta el foso. Pero de allí rechazábanles el plomo y la dinamita como si fuesen una coraza impenetrable, hasta que una bala arrebató íntegra la oreja derecha al bravo que los conducía. Empapóse entonces su rostro y sus barbas en cuajos de polvo y de sangre, y paseando, con voz enronquecida de un grupo en otro grupo, apellidaba todavía a los suyos al último esfuerzo, que era la victoria, cuando recibió en el pecho dos proyectiles que le tendieron por tierra sin lograr apagar del todo sus gritos heroicos."
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