La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán
Un hombre solo muere cuando se le olvida |
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*Biblioteca Virtual *La Guerra en Fotos *Museos *Reliquias *CONTACTO Por Mauricio Pelayo González |
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VON MOLTKE, OTTO |
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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas. Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79
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Natural de en Lauemburgo (Dinamarca) Hijo de Adam Frederik Adamson Graf Von Moltke y Fanny Charlotte Anna Louise Graffin Von Rantzau Participa en la guerra de 1870 contra Francia. Llega a Chile, específicamente a Valparaíso en 1876 en busca de aventuras. En 1879, cuando comienza el conflicto contra nuestros vecinos del norte, recuerda sus aventuras en la guerra europea y decide que su orgullo de soldado le hace solicitar un puesto en algún regimiento en agradecimiento al país que lo ha acogido en los últimos años. Se enrola en el Regimiento de Artillería de Marina en la 2a compañía del 2° batallón con el grado de subteniente el 17 de abril de 1879. Le tocó formar parte de la guarnición del Transporte Amazonas en el combate Naval de Angamos y en el desembarco de Pisagua, para una vez conquistado el puerto peruano, trasladarse al regimiento que operaría en tierra. El campamento lo levantan en la salitrera Santa Catalina tras la expulsión del ejército de Buendía del Departamento de Tarapacá. La próxima campaña, también le toca ser parte del contingente terrestre, participando en la batalla de Tacna. Por sus condiciones militares, el comandante del Regimiento cívico movilizado Chacabuco, don Domingo Toro, pide que sea trasladado a su unidad, cosa que ocurre en octubre de 1880 con su ascenso a Teniente. En la batalla de Chorrillos, habiendo sido ascendido a capitán días antes, el Von Moltke, al frente de su compañía, que era la 4a del primer batallón, cae al pie de una trinchera, y sus restos según Vicuña Mackenna son despedazados por el enemigo hasta no haber podido ser encontrados. Murió adelante de las filas, resistiendo con un puñado de bravos el embate de un batallón enemigo momentáneamente victoriosos; y como testimonio de su hazaña y su desdicha, quedó su cuerpo, albo como el papel, cubierto de sangrientas heridas que desfiguraron su rostro con las cobardes cortaduras de los yataganes. Sus villanos inmoladores llegaron hasta la profanación indígena y semi barbará cortándole las orejas y la nariz. Un guerrero extranjero, que vio en Chile su segunda patria y que por ella entregó su vida.
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