La Guerra del Pacífico: Los Héroes Olvidados, Los que Nunca Volverán
Un hombre solo muere cuando se le olvida |
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*Biblioteca Virtual *La Guerra en Fotos *Museos *Reliquias *CONTACTO Por Mauricio Pelayo González |
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QUINTANA LAUCHEN, QUINTÍN
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Cuando a tu paso tropieces con una lápida, aparta la vista para que no leas: AQUÍ YACE UN VETERANO DEL 79. Murió de hambre por la ingratitud de sus compatriotas. Juan 2º Meyerholz, Veterano del 79
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Antes de las grandes batallas por Lima, en la región de Ica aparecen las primeras relaciones del ejército chileno con los chinos, quienes eran representados por Quintana. Francisco Machuca en su obra "Las Cuatro Campañas de la Guerra del Pacífico" nos dan a conocer a este personaje y su participación de la siguiente manera: "Una de las principales casas de comercio chinas pertenecía a don Quintín Quintana, caballero de cierta ilustración, extraído de china traidoramente y vendido a un rico hacendado de la vecindad, simulando la esclavitud con un contrato de arrendamiento de servicios por 20 años, a dos soles anuales. Afincado de Ica y comerciante con tiendas surtidas en Ica y Pisco, recibió a los chilenos con la gratitud que inspiran los libertadores de sus compatriotas, sumidos en la más cruel servidumbre en los cañaverales, y víctimas de un tratamiento cruel e inhumano. Quintana hospedó en su casa a los jefes chilenos, los agasajó, sirvió de guía a los destacamentos e hiso cristiano a sus hijos. El coronel Amunátegui sirvió de padrino a uno de ellos." Obviamente al ser
liberados de sus patrones dueños, la estancia en dichas tierras sería un
infierno si quedaran allí sin la protección de Chile, por esta razón
deben alejarse. En la misma obra de Machuca nos explican todo: "Al
evacuarse a Ica, no puede quedarse en la población; los nativos le
habrían hecha pagar caro su chilenismo. Envía a bordo a su familia, y él
a la cabeza de sus hermanos libertos, sigue a la División Lynch,
prestándole importante servicios, en la conducción de bagajes,
transporte de heridos, y provisión de agua, leña y verdura para el
rancho de la brigada. Se internan centenares de kilómetros en los valles
vecinos en busca de víveres; algunos no vuelven; unos chinos menos, y
nada más. Durante el trayecto, se pliegan los esclavos de las haciendas
de caña, riquísimas en aquella zona, de suerte que Lynch llega con unos
1.500 a Lurín, a donde acuden más compatriotas de las heredades vecinas.
Después de una peroración oída con religioso respeto, se procede a las
complicadas ceremonias de juramento de fidelidad a Chile, en el altar de
los sacrificios, en el cual se inmola un gallo, se bebe la sangre
caliente aun y se presta el juramento, que es terrible y sólo, se exige
en circunstancias muy solemnes. El perjuro queda sujeto a la suerte del
gallo, a que su sangre sea bebida por los concurrentes. Terminada la ceremonia se
dirigen en perfecta formación, en filas de a cuatro, a ratificar su
promesa ante el General en jefe, que se presenta en los balcones a
recibirlos. “Mi General: He vivido
durante veinte años en el Perú; he conseguido por mi trabajo y acierto,
los medios de vivir; los caballeros se han portado bien conmigo y mi
familia; no tengo ningún odio personal; pero me lleva a sacrificar mi
fortuna y hacer lo que hago, mi cariño por estos infelices cuyos
sufrimientos no podría nadie imaginar. El General les hace saber
por su ayudante, teniente don Domingo Sarratea, que tendrán todo lo que
desean. Se procede en seguida al reparto del personal para los diversos servicios: 500 de los más jóvenes y resueltos pasan a los pontoneros del capitán Villarroel, destinados a hacer saltar las minas, bombas automáticas y cortar los hilos de las baterías eléctricas. Esta sección saluda con
entusiasmo al nuevo jefe, que les habla en su lengua nativa. 300 van a
las ambulancias para ayudar al transporte de heridos en el campo de
batalla. Importante y útil labor
proporcionaron a Chile como sirvientes en la mayoría de los casos en
todas las labores más ingratas que se deben hacer en una guerra. Nada se
dice que hayan tenido la labor de combatir y menos que se les hayan
entregado armas para dicha labor. En nuestro país, la historia nos dice que era asiduo visitante de las Sociedades de Veteranos del 79 y como policía municipal. Fue casado con doña Eugenia Hernández, con la cual se traslada a nuestro país junto a sus hijos Abraham, Lorenzo, Sara y María. Muere de peritonitis el día 06 de Marzo de 1902 y sus restos depositados en el Mausoleo Guardia Municipal del Cementerio General. Lamentablemente dicho mausoleo que se ubicaba en la calle donde descansaban los restos de O'Higgins (Entrada Av. La Paz, cerca de actual Panteón de Jefes y Oficiales del Ejército) ya no existe y los restos de este asiático servidor de nuestra bandera se han perdido como muchos restos de otros héroes de la patria.
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